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El aragonés Fernando Escartín, que en enero cumplirá 35 años, anunció su retirada del ciclismo profesional con la misma humildad y timidez con la que irrumpió en él hace más de dos lustros. Escartín, uno de los corredores más queridos por la afición española desde la retirada de Pedro Delgado, deja un vacío en las cumbres montañosas que parece difícil de cubrir a corto plazo.

No posee un palmarés excepcionalmente lleno de grandes triunfos, nunca ha ganado una de las tres grandes rondas por etapas, ni un mundial, ni muchas etapas, pero era un ciclista que, cuando la carretera apuntaba hacia el cielo, siempre estaba ahí. Con un estilo peculiar, que reflejaba una capacidad de sufrimiento que hacía olvidar su falta de estética sobre la bicicleta, Escartín perteneció a la escuela de los escaladores auténticos, esa que alberga a los ciclistas que parecen pequeños cuando la carretera carece de desnivel, pero que se hacen enormes cuando se aproximan las cimas de los grandes puertos.

El currículum de Escartín incluye 23 victorias de etapa y «sólo» tres podios entre Vuelta a España y Tour de Francia, carrera en la que ha estado cinco veces entre los 12 mejores. Desde que debutó en 1990 en las filas del Clas-Cajastur de Juan Fernández, Escartín se ha mostrado fiel a sí mismo tanto dentro como fuera de la carretera, como una persona sencilla y ajena al protagonismo que otorgan las cámaras y los grandes reconocimientos.