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F.C. BARCELONA7 2
REAL MADRID5 9

BARCELONA (16+15+21+20):Jasikevicius (13), De la Fuente (2), Bodiroga (20), Fucka (11), Dueñas (2) -cinco inicial-, Femerling (4), Navarro (10), Rodríguez (9) y Alzamora (1).
REAL MADRID (12+15+14+18):Victoriano (7), Angulo (0), Mumbrú (6), Alston (14), Tarlac (7) -cinco inicial-, Hernández (2), Digbeu (6), Herreros (15), Mulaomerovic (3) y Reyes (0).
Àrbitros:Sancha, De la Maza y García Ortiz. Excluyeron por personales a Dueñas (m.35).

Jorge Muñoa (Efe)|VALENCIA

Dejan Bodiroga dio el primer paso en la carrera hacia el primer título de su etapa en el Barcelona tras poner fuera de combate al Real Madrid, nuevamente derrotado por su gran rival en la Copa del Rey, un sueño que los blancos persiguieron a golpe de corazón hasta que la razón les despertó con las maletas listas para volver a casa.

Los blancos sabían que esta temporada iban a tener que apretar los dientes desde que antes de empezar, pero no lo habían hecho claramente en ningún momento. Al Barcelona sí le enseñaron su cara más ambiciosa, la del orgullo, la de la luchar hasta el último aliento y, si se cae, hacerlo con las botas puestas. Pese a todo, hay un apartado especialmente consistente de su juego, aunque Imbroda siga insatisfecho, que es la defensa y cuando un equipo funciona en defensa abre muchas puertas.

El Barcelona aterrizó en la Copa con la mejor racha de victorias en serie de la temporada ACB -ocho-, sin la presión externa que soportan los blancos y, por si eso ya no fuera suficiente, con el jugador más determinante del baloncesto europeo, Dejan Bodiroga, en su salsa, o sea, en las proximidades de un título importante. Después de ver unas cuantas acciones del Madrid, todas ellas espectaculares, como un estratosférico tapón de Derrick Alston sobre Roberto Dueñas y un alley-hoop precioso del propio Alston, podía palparse en el ambiente la tremenda expectación y el poder de seducción que transmite un choque entre blancos y azulgranas.

El equipo madridista impuso una intensidad defensiva que ralentizó los movimientos del marcador hasta extremos poco frecuentes, pero su éxito defensivo, sólo discutido por el inagotable talento de Dejan Bodiroga, no tenía continuación ante el aro rival. Le costaba anotar tanto o más que al Barcelona y Bodiroga, que aún podía vestir de blanco, llevaba la camiseta azulgrana.

El yugoslavo marcó la diferencia en algunas jugadas de alta escuela, deliciosas y gracias a él el Barcelona selló los dos primeros cuartos por delante (31-27), El liderazgo del serbio y una buena serie de triples de los exteriores madrileños daban las claves de los primeros veinte minutos.

La ventaja barcelonista aumentaba su peso al mismo ritmo que el reloj descontaba segundos y los tiros seguían sin entrar. La hora de lanzarse a la desesperada rondaba al Madrid. La esperaba todo el mundo. Sin embargo, nunca llegó. La artillería azulgrana acabó el trabajo sin dar tiempo a la traca final blanca. A tres minutos para la bocina los triples de Nacho Rodríguez, las incursiones de Navarro y unas cuantas perlas más de Bodiroga habían echó imperar la lógica. El Barcelona estaba en semifinales para jugarse el pasaporte al partido por el título contra el Unicaja.