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Hacerse un hueco en la disciplina del que dicen es el mejor Barcelona de la historia es algo por lo que lucha Alfonso Alzamora desde hace mucho tiempo. El pívot mallorquín fue partícipe de la victoria del conjunto de Svetislav Pesic en la Copa del Rey. Es su primer título en esta competición, pero no es la primera vez que alza un trofeo. Ganador de la Korac, entre otros muchos méritos, Alzamora es el buque insignia de una generación de jóvenes talentos que ha crecido a la sombra de los júniors de oro. Alzar su primera Copa del Rey después de tantos años en la élite «supone una alegría muy especial. Ganarla era mi asignatura pendiente, una espinita que tenía clavada y que ahora ya es parte del pasado», comentó el jugador, que no gozó de demasiados minutos aunque su concurso viene siendo constante y regular tanto en la Liga ACB como en la Euroliga.

La dureza de una competición que exprime al máximo los recursos de los equipos en tres días es algo que ha pasado factura a un Barcelona que debe desconectar en el rápido reencuentro con la realidad cotidiana. «Ha sido muy duro, en especial ante Unicaja y la final. Por fortuna mantuvimos un nivel alto de concentración y tuvimos la pizca de suerte necesaria para inclinar la balanza a nuestro favor. Esta Copa ha demostrado que cada temporada está más igualada la cosa y que la ACB es la mejor liga de Europa. A un partido te la juegas en cada acción y alcanzar la gloria tiene entonces mucho más mérito», añadió Alzamora, para el que la Euroliga es «lo que más ilusión nos hace. De hecho, el equipo se confeccionó pensando en ese objetivo. Tenemos que saber llevar la presión, más sabiendo que la Final Four se disputará en casa». Trabajar día a día a las órdenes del técnico campeón del mundo y codo con codo con algunos de los mejores jugadores del planeta es una experiencia que enriquece a un Alfonso Alzamora orgulloso de ello.