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La senda hacia la tercera gran final de la Copa del Rey ha puesto en el camino del Real Mallorca bastantes tachuelas que a base de noches de gloria, los hombres de Gregorio Manzano han sabido capear.

Con el cartel de equipo revelación aún colgado e inmerso en una primera vuelta cargada de satisfacciones, el bombo se encargaba de dar la espalda al Mallorca en octavos. El Real Valladolid estaba dispuesto a frustrar el sueño copero de los rojillos, y buena muestra fue el empate a dos goles logrado en la ida, disputada en Son Moix. Con el factor campo en contra y bajo cero, Manzano y lo suyos comparecían en Zorrilla con el papel de víctimas asignado. Entonces, emergió la figura de Carlos Domínguez. El sevillano evidenció su estado de gracia cara a la meta contraria y fue el artífice principal de un 1-4 que sentaba un principio de jerarquía y demostraba que el Real Mallorca iba completamente en serio.

El reencuentro con el torneo del K.O. no fue agradable para la entidad balear, que se vio las caras con la Gramenet con polémica sobre la superfície de juego de por medio. El Mallorca ganó el pulso tirando del reglamento y sobre la hierba natural de Sant Adrià, Àlvaro Novo daba el pasaporte a los rojillos para la siguiente eliminatoria al filo del tiempo de descuento.

El siguiente encuentro a un único asalto fue en Alicante. El histórico Rico Pérez y un Hércules venido a menos pusieron a prueba a un Mallorca que a la conclusión de los noventa minutos reglamentarios no lograba perforar la meta levantina. La prórroga fue un suplicio para los baleares, que recurrieron al punto de castigo para seguir con vida. Miquel Soler certificaba (3-4) el pase a los octavos de final y ponía punto y final a la agonía.

Para hacer la afronta más heróica si cabe, la fortuna volvía a pasar de largo por Son Moix. Esta vez era el galáctico Real Madrid el rival de turno en unos cuartos de final que parecieron perderse en el sorteo. Pero el Real Mallorca sacó toda la casta ante los teóricos suplentes e hizo enmudecer a un Bernabéu que, pese al gol de Portillo, se rendía ante Nadal. Mejuto González impidió la sentencia, al igual que Esquinas Torres en Riazor, donde Pandiani decapitó al vigente campeón, un Deportivo que cayó rendido ante los encantos de un Mallorca que en la Copa dista mucho del irregular equipo de la competición regular.