Aunque su entrenador, Antonio Martínez Cascales, está convencido
de que el objetivo principal de su pupilo este año es acabar como
número uno del mundo (el lunes saldrá ya como líder de la Carrera
de Campeones), Ferrero ansía levantar la Copa de los Mosqueteros,
no solo para satisfacer su ego, sino también para «cerrar muchas
bocas», tal y como señaló al conseguir por segunda vez el torneo de
Montecarlo.
Derrotado en la final del pasado año por Albert Costa, y en la
de la Copa Masters de Shanghai por el australiano Lleyton Hewitt,
Ferrero quiere borrar esa imagen de perdedor que le ha perseguido
en las citas importantes. Hoy tiene esa oportunidad, y sale como
favorito, pues no en vano es el segundo jugador que más victorias
posee en tierra batida esta temporada (27-2), y por mucho que
Verkerk haya impresionado con su servicio (112 aces), la mejor
adaptabilidad del valenciano en canchas lentas le confiere ese
protagonismo.
«Ferrero es el mejor del mundo en tierra batida después de la
lesión de Kuerten», dijo Cascales en su momento, un razonamiento
lógico si se tiene en cuenta que este año ha ganado en Montecarlo y
Valencia además de ser semifinalista en Barcelona.
Ha vencido además Ferrero el único enfrentamiento contra
Verkerk, el año pasado en Kitzbuhel, y sin ceder un set. Un punto
más a su favor, aunque en la localidad austriaca la altitud marcó
el partido, y también la lluvia.
«Verkerk es muy fuerte y lo ha demostrado estas dos semanas pero
se encuentra ahora ante el jugador más importante en tierra batida
del momento», ha señalado John McEnroe, quien ya el pasado año
también dio como favorito al valenciano.
Si gana el holandés se convertiría en el primer jugador que sin
partir como cabeza de serie se alzaría con el título después del
brasileño Gustavo Kuerten en 1997. De momento ya es el tercer
hombre que desde que comenzó la Era Open ha alcanzado la final de
Roland Garros en su debut (Mats Wilander y Mikael Pernfors).
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