La final trae cola, mucha cola y ayer volvió a comprobarse. Desde
primeras horas de la madrugada, y durante todo el día, miles de
aficionados del Real Mallorca se agolparon en una cola kilométrica
para canjear sus bonos por las entradas definitivas que les darán
acceso al estadio Martínez Valero el 28 J. Pese a que el bono les
garantiza el tener entrada, los seguidores no quieren esperar al
último día por muchos y variados motivos. Unos porque quieren tener
localidades más baratas, otros porque las quieren de las más caras
y otros para hacerse con un puñado y estar toda la pandilla junta
en el campo. Por uno u otro motivo, ayer Son Moix registró la «cola
del siglo» y, por consiguiente, el monumental enfado de quien se
pegó horas y horas de espera para hacerse con el preciado trozo de
papel.
«Que al menos el club nos dé agua», decía una aficionada. «Aquí
hay gente que está a punto de desmayarse y nadie tiene el detalle
de preocuparse por nosotros», decía la misma socia del club balear.
Lo más desesperante para los seguidores era ver cómo pasaban las
horas y apenas se notaba un mínimo de adelanto. «Podían abrir el
estadio y al menos estaríamos en la sombra», dijo un aficionado.
Quien más quien menos venía preparado para hacer una hora de cola,
pero no cinco o seis como sucedió finalmente. Lo peor de todo era
aguantar la bochornosa temperatura, el calor asfixiante. «He
llamado a mi marido que me lleve la neverita y la sombrilla» decía
una seguidora a otra a eso de las once de la mañana. Otros, con
tiempo suficiente -«nos hemos pedido libre»- señalaron un grupo de
amigos, habían preparado un operativo similar al de un día de
playa. Sillas, sombrillas, hielo, agua, bocadillos, gorras. De
manera intermitente se escuchaban gritos de «fuera, fuera».
Empezaba un seguidor y el abucheo se iba conectado a lo largo de la
cola. Como cuando todo un estadio grita lo mismo a un árbitro. ¿Por
qué sucedía esto? Sencillamente porque un seguidor se llevaba
muchas entradas, lo que, como era de suponer, había llevado
bastante tiempo de espera. El tiempo invertido en dar una entrada
dependía de varios factores. Primero había que apuntar el nombre y
los apellidos de quien se llevaba la localidad, después elegir la
entrada deseada, pagar, descontar el tanto por ciento que abona el
Consell de Mallorca, hacer entrega de al bolsa con obsequios y
recoger el cambio. Si el aficionado llevaba dos, cuatro, seis o más
bonos el tiempo empleado aumentaba y así todo el día. También hubo
guiños para el buen humor. Como por ejemplo cuando un aficionado
con un puñado de entradas en la mano pensó que podía hacer un buen
negocio en la reventa. «Es suficiente con que te vayas al final de
la cola, seguro que alguien te las compra», le comentó otro
aficionado.
Calcular cuántos aficionados podía haber en la hora punta es
difícil. Pero, por ejemplo, el párking grande el estadio, el mismo
donde los aficionados dejan sus coches cuando hay partido, estaba
casi siempre lleno. «Ni el día del Madrid había tanto coche», dijo
un socio veterano. El Real Mallorca, por su parte, insistió en que
el proceso no se pudo avanzar ya que la Federación entregó a
finales de la semana pasada las entradas y recordó, en voz de su
responsable de relaciones externas, Joan Frontera, que por motivos
de seguridad hay que tener perfectamente localizados a todos y cada
uno de los seguidores que estén en el Martínez Valero. «Por motivos
de seguridad -dijo Frontera- tenemos la obligación de presentar a
las autoridades el número exacto de seguidores que se desplazan y,
además, entregar el nombre completo y el número del DNI. Todo esto
lleva un proceso y debe cumplirse», dijo Frontera. El responsable
de prensa insistió en que «el Martínez Valero es un estadio moderno
y el fútbol se ve perfectamente desde cualquier ubicación».
Frontera asegura que «no es necesario esperar tanto». «De hecho mi
familia no lo va a hacer. Acudirá a recoger su entrada dentro de
unos días cuando se hayan disipado las colas», explicó.
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