Alcanzado el mes de junio, un viejo debate sacude de forma copiosa
al fútbol español. La tiranía del calendario, el deplorable estado
con el que algunos jugadores alcanzan la recta final del campeonato
y el propio tamaño del torneo suelen alimentar las horas previas de
un buen puñado de funciones, que acostumbran a alcanzar los últimos
metros de la Liga sin envoltorio alguno y despojadas de cualquier
argumento medianamente consistente. El Mallorca, por ejemplo, lleva
tanto tiempo viviendo sólo para el 28-J que la cantidad de minutos
de la basura que ha sumado resulta ingente.
Son Moix asistió ayer al último episodio de una saga plomiza que
juntó a un equipo enloquecido por activar la cuenta atrás de su
gran reto -la final de Copa- y a otro en un acelerado proceso de
descomposición. La ecuación fue un desastre. Con la cita de Elche a
la vuelta de la esquina, Manzano recurrió a una de sus mejores
alineaciones, aunque eso no sirvió de nada porque a la gran mayoría
de sus jugadores la Liga ya no les importa nada. Por eso el Málaga,
que ha decidido liquidar a toda su plantilla y también al propio
Joaquín Peiró, puso en más de un aprieto a la escuadra balear. De
hecho, el despliegue mallorquín resultó tan líquido que casi todo
lo que propuso fue absorbido con facilidad. Tocó el balón, lo
volvió a tocar y en media hora malgastó tres ocasiones estupendas.
La primera para Carlos Domínguez, el más hambriento de los once que
empezaron el partido vestidos de rojo, que remató de cabeza un
servicio de Ibagaza; después fue Àlvaro Novo quien intento
sorprender a Arnau disparando con el exterior tras una buena jugada
de Carlos, aunque la pequeña traca finalizó con una ruidosa acción
de Ibagaza por la linea de fondo, cuyo pase no encontró remate
alguno.
El Málaga, anónimo en casi todas sus líneas, plantó cara en el
centro del campo, aunque sus llegadas fueron tan escasas como
inocentes. Pasó el tiempo y el Mallorca perdio capacidad de
intimidación. El cuadro andaluz, inofensivo durante el primer acto,
desperdició mucha munición tras el descanso. Franco se vió en más
de un aprieto y el homenajeado Miquel Soler levantó un balón sobre
la línea de gol. El epílogo liguero resumía todo lo previsible,
hasta que Manzano echó la vista hacia al banquilo y llamó a Javier
Olaizola. Atrás quedaba el 1 de diciembre y la grave lesió de A
Coruña, también seis meses y medio alejado de los terrenos de
juego. Evasco recibió el afecto de la grada, que apenas recordaba
su último partido, aunque Tuni le birló la portada. El canterano,
que hace unos pocos meses lucía la camiseta del Ferriolense, volvió
a tener minutos y agarró una jugada vetada a los mediocres. Suya
fue la mejor acción del partido y tambien suyo fue el gol que selló
la victoria. Conectó con Ariel Ibagaza en carrera, se burló de
Fernando Sanz con un regate estilista y mandó el balón a la red. Lo
hizo con con mucha suavidad, pero muy lejos del alcance de Arnau.
Tuni coloreó un partido en blanco y negro y recordó que está
predestinado a convertirse en un futbolista enorme. Los detalles le
delatan porque lo que hizo no está al alcance de todos.
Son Moix guardó un sentido minuto de silencio en memoria de
Javier Uría, presidente del Athletic Club fallecido días atrás
víctima de una larga enfermedad. Los jugadores del Mallorca también
lucieron un brazalete negro en señal de duelo por el máximo
mandatario del conjunto vasco, cuyo fallecimiento ha convulsionado
el fútbol nacional. El silencio que guardó la afición del Mallorca
en los prolegómenos del partido contrastó con los aplausos que
recibió el homenajeado Miquel Soler y también los que brindó la
afición bermellona a Javier Olaizola en su reaparición.
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