Definitivamente, el Barcelona ha dejado de asustar. Con las uñas
limadas e inseparable compañero de la confusión, la escuadra
azulgrana lleva tanto tiempo metida entre el fango que su aspecto
es irreconocible. Será por eso que el Mallorca, abonado también
este año a los problemas, se ha aferrado al discurso de su
entrenador para crecerse hasta una buen altura. De hecho, en la
exposición de una y otra crisis que personifica el partido de esta
tarde, el grupo balear ha aireado su convencimiento de que tomará
impulso. Incluso Luis Aragonés se ha apresurado a apegarse a la
aritmética y el pasado más reciente para advertir en público que
«el Barça no es un grande».
El mensaje del entenador del Mallorca apenas ha obtenido réplica
en el bando rival. Frank Rijkaard, por ejemplo, ha pasado página
con rapidez al ser preguntado por la apreciación de su homólogo, y
el presidente Joan Laporta tampoco ha entrado al trapo. «Luis se
equivoca, el Barça es uno de los clubes más importantes del mundo»,
expuso ayer con diplomacia el mandatario azulgrana.
Apagado el fuego, todo pasa de nuevo por lo que pueda suceder
sobre el campo. Martín Ligüera se ha quedado de nuevo fuera de la
convocatoria -ha entrado Raúl Martín- y David Cortés puede estrenar
demarcación. Sin un lateral izquierdo puro, Aragonés parece
decidido a recomponer la defensa situando al extremeño en esta
posición y concediendo a Javier Olaizola una nueva oportunidad. El
zaguero donostiarra, que en el Calderón ocupó el flanco izquierdo,
cambiará de lado ante el Barça y será Cortés quien ocupe el flanco
izquierdo. En la sala de máquinas, Marcos Martín también se perfila
como la pareja de Gonzalo Colsa. Nagore se quedaría inicialmente en
el banquillo, aunque éste es un movimiento que no está claro.
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