TW
0

F. Fernández
El paso por el Palau del Coinga Menorca sirvió para refrendar las diferencias existentes entre dos equipos que navegan por aguas muy diferentes. Mientras los de Curro Segura cuentan con el viento a favor y acechan el liderato del Plasencia, el conjunto de es Raiguer se mete en serios problemas tras las victorias de Algeciras, Ourense y Tarragona. El clásico dejó las cosas en su sitio (80-84), aunque el Drac Inca acarició una remontada que al tiempo de descanso parecía utópica.

Un parcial de salida de 7-0 encaraba el último cuarto en favor del Drac Inca. Los menorquines tenían el miedo en el cuerpo y Segura tiró de Moss y Camps. No fallaron. Pese a todo, el trabajo de Alzamora, las apariciones esporádicas de Young y el físico de Johnson seguían reduciendo las distancias. Con 61 a 68 en el marcador, Segura se veía obligado a pedir tiempo muerto. Algo no funcionaba en el Menorca y la presión a toda pista del Inca hacía daño. Para sorpresa de todos, Bulfoni emergió. Encestó el único triple -y canasta en definitiva- en 39 minutos de juego y ponía a tiro la victoria (68-73). Un dos más uno de Young hacía el resto y Menorca ya estaba al alcance (71-73, a 2:59).

El ambiente era el de las mejores ocasiones. La gran fiesta del baloncesto balear tenía como testigo mudo unas gradas llenas de color y un palco en el que no faltó nadie. Pere Rotger, Pepote Ballester, Joana Barceló y Jaume Estarellas compartían tribuna con dos presidentes nerviosos, Joan Rubert y José Luis Sintes. El espectáculo estaba servido y no defraudó. Tampoco lo hizo un Menorca que exhibió sus galones desde la primera canasta. Moss avisaba de sus intenciones y las de un cuadro mahonés que despegó con un triple de Burgos y una penetración de Camps (6-11). Bulfoni se vio superado en todo momento por Miguel y Burgos, aunque no tuvo su día. Pero cuando apareció lo hizo para meter de lleno al equipo en el choque.

La visión de juego de Salva Camps y la contundencia de Moss a la hora de finalizar las rápidas acciones que desplegó el Menorca tuvieron pronta respuesta en un Ezugwu que frenó en seco a los mahoneses, crecidos ante el espesor de su rival por antonomasia. A medida que Ibarra se cargaba de faltas y el Inca exhibía sus carencias más alarmantes, Coinga se hacía fuerte en defensa y Otegui reivindicaba su dosis de protagonismo sobre el parqué. Casi sin quererlo, con un juego alegre, despreocupado, los de Segura habían invertido el guión de los encuentros que se disputan en el Palau. Si normalmente es el Inca el que demarra con fuerza en los primeros minutos, esta vez eran los mallorquines los que se resignaban a ver cómo el rival de turno marcaba el ritmo a seguir (15-27).

Para colmo de males, la fortuna se aliaba en acciones puntuales con los menorquines, que aguardaron al segundo cuarto para ofrecer su más extenso repertorio. El arbitraje, nada permisivo y demasiado pendiente del más mínimo contacto, acabó de crispar a una grada descontenta con las prestaciones del Drac Inca. Un triple balsámico de Bustamante calmó los ánimos (18-31), pero lo peor estaba aún por llegar. El Inca perdió los papeles por completo, demostró que a veces no sabe a lo que juega, y vio a sus exteriores cargarse de faltas de manera preocupante. Camino del ecuador del segundo cuarto, un minuto fatídico condenó a los gualdinegros. Entre Camps y Otegui reventaron la banca. El base catalán es un seguro de vida y en los momentos clave sabe estar a la altura de las circunstancias. El horizonte era oscuro para un Inca sin brújula (24-40). Era el momento para pedir un tiempo muerto, pero el banquillo local no lo estimó oportuno. El equipo estaba completamente desarbolado y el Menorca era una apisonadora.

Ni los tiros libres (3 de 11) ni los triples (1 de 8) le entraban a un Inca apuntillado por Jon Larrañaga (28-50), que anticipaba una árdua labor para seguir soñando con el triunfo. Si los papeles se habían invertido, el guión no sufrió cambios tras el descanso. El Drac Inca apretó, y si el partido hubiera durado un minuto más, puede que el sino del clásico hubiera sido diferente. La mejora de los mallorquines fue ostensible. La relajación del Menorca, la carga de faltas personales que sufrió con el paso de los minutos, y la ausencia de Moss y Camps en pista durante el tercer cuarto facilitaron la labor a un Inca que echó mano de la presión y el fondo de sus hombres pequeños.

Curro Segura tenía un serio dilema. Floyd cogió el testigo de Moss, pero la diferencia entre uno y otro es notable. Rojas poco pudo hacer y acabó cometiendo una absurda antideportiva. Sin Camps, el Menorca no era el mismo. Así empezó el camino hacia la gesta. El Palau explotaba a medida que el electrónico se equilibraba, o tenía intención de hacerlo. Con el Menorca sumido en un caos preocupante, el milagro parecía factible. La garra y casta que siempre han definido a un Inca que lo da todo ante su hinchada encorajaban más si cabe a una grada que volvía a soñar con mantener el Palau invicto durante la segunda vuelta.

Para entonces, el talento visitante relució, y el Menorca supo mantener el tipo. El intercambio de canastas favorecía a los mahoneses, que a cincuenta segundos para el final rozaron el paro cardíaco con un triple de Sergio Rodríguez (76-78). Salva Camps frustró el sueño inquense con una penetración imposible y un tapón de Floyd sobre Bulfoni hizo el resto. A Salva Camps le tembló la muñeca desde la línea de tiros libres, pero poco más podía hacer el Drac Inca para evitar lo inevitable.