Un parcial de salida de 7-0 encaraba el último cuarto en favor del
Drac Inca. Los menorquines tenían el miedo en el cuerpo y Segura
tiró de Moss y Camps. No fallaron. Pese a todo, el trabajo de
Alzamora, las apariciones esporádicas de Young y el físico de
Johnson seguían reduciendo las distancias. Con 61 a 68 en el
marcador, Segura se veía obligado a pedir tiempo muerto. Algo no
funcionaba en el Menorca y la presión a toda pista del Inca hacía
daño. Para sorpresa de todos, Bulfoni emergió. Encestó el único
triple -y canasta en definitiva- en 39 minutos de juego y ponía a
tiro la victoria (68-73). Un dos más uno de Young hacía el resto y
Menorca ya estaba al alcance (71-73, a 2:59).
El ambiente era el de las mejores ocasiones. La gran fiesta del
baloncesto balear tenía como testigo mudo unas gradas llenas de
color y un palco en el que no faltó nadie. Pere Rotger, Pepote
Ballester, Joana Barceló y Jaume Estarellas compartían tribuna con
dos presidentes nerviosos, Joan Rubert y José Luis Sintes. El
espectáculo estaba servido y no defraudó. Tampoco lo hizo un
Menorca que exhibió sus galones desde la primera canasta. Moss
avisaba de sus intenciones y las de un cuadro mahonés que despegó
con un triple de Burgos y una penetración de Camps (6-11). Bulfoni
se vio superado en todo momento por Miguel y Burgos, aunque no tuvo
su día. Pero cuando apareció lo hizo para meter de lleno al equipo
en el choque.
La visión de juego de Salva Camps y la contundencia de Moss a la
hora de finalizar las rápidas acciones que desplegó el Menorca
tuvieron pronta respuesta en un Ezugwu que frenó en seco a los
mahoneses, crecidos ante el espesor de su rival por antonomasia. A
medida que Ibarra se cargaba de faltas y el Inca exhibía sus
carencias más alarmantes, Coinga se hacía fuerte en defensa y
Otegui reivindicaba su dosis de protagonismo sobre el parqué. Casi
sin quererlo, con un juego alegre, despreocupado, los de Segura
habían invertido el guión de los encuentros que se disputan en el
Palau. Si normalmente es el Inca el que demarra con fuerza en los
primeros minutos, esta vez eran los mallorquines los que se
resignaban a ver cómo el rival de turno marcaba el ritmo a seguir
(15-27).
Para colmo de males, la fortuna se aliaba en acciones puntuales
con los menorquines, que aguardaron al segundo cuarto para ofrecer
su más extenso repertorio. El arbitraje, nada permisivo y demasiado
pendiente del más mínimo contacto, acabó de crispar a una grada
descontenta con las prestaciones del Drac Inca. Un triple balsámico
de Bustamante calmó los ánimos (18-31), pero lo peor estaba aún por
llegar. El Inca perdió los papeles por completo, demostró que a
veces no sabe a lo que juega, y vio a sus exteriores cargarse de
faltas de manera preocupante. Camino del ecuador del segundo
cuarto, un minuto fatídico condenó a los gualdinegros. Entre Camps
y Otegui reventaron la banca. El base catalán es un seguro de vida
y en los momentos clave sabe estar a la altura de las
circunstancias. El horizonte era oscuro para un Inca sin brújula
(24-40). Era el momento para pedir un tiempo muerto, pero el
banquillo local no lo estimó oportuno. El equipo estaba
completamente desarbolado y el Menorca era una apisonadora.
Ni los tiros libres (3 de 11) ni los triples (1 de 8) le
entraban a un Inca apuntillado por Jon Larrañaga (28-50), que
anticipaba una árdua labor para seguir soñando con el triunfo. Si
los papeles se habían invertido, el guión no sufrió cambios tras el
descanso. El Drac Inca apretó, y si el partido hubiera durado un
minuto más, puede que el sino del clásico hubiera sido diferente.
La mejora de los mallorquines fue ostensible. La relajación del
Menorca, la carga de faltas personales que sufrió con el paso de
los minutos, y la ausencia de Moss y Camps en pista durante el
tercer cuarto facilitaron la labor a un Inca que echó mano de la
presión y el fondo de sus hombres pequeños.
Curro Segura tenía un serio dilema. Floyd cogió el testigo de
Moss, pero la diferencia entre uno y otro es notable. Rojas poco
pudo hacer y acabó cometiendo una absurda antideportiva. Sin Camps,
el Menorca no era el mismo. Así empezó el camino hacia la gesta. El
Palau explotaba a medida que el electrónico se equilibraba, o tenía
intención de hacerlo. Con el Menorca sumido en un caos preocupante,
el milagro parecía factible. La garra y casta que siempre han
definido a un Inca que lo da todo ante su hinchada encorajaban más
si cabe a una grada que volvía a soñar con mantener el Palau
invicto durante la segunda vuelta.
Para entonces, el talento visitante relució, y el Menorca supo
mantener el tipo. El intercambio de canastas favorecía a los
mahoneses, que a cincuenta segundos para el final rozaron el paro
cardíaco con un triple de Sergio Rodríguez (76-78). Salva Camps
frustró el sueño inquense con una penetración imposible y un tapón
de Floyd sobre Bulfoni hizo el resto. A Salva Camps le tembló la
muñeca desde la línea de tiros libres, pero poco más podía hacer el
Drac Inca para evitar lo inevitable.
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