Fue cruel la noche para el Mallorca. El Valencia se ensañó ante
la extrema debilidad visitante. Fue tras el descanso, en diez
minutos de apagón. El equipo de Luis se enredó en la incomprensión
y agrandó a su rival, que con la victoria se sitúa a un punto del
liderato y empuja de nuevo al Mallorca al abismo. El grupo balear
no encuentra la salida del laberinto. Las bandas no existen y el
centro del campo ni roba ni crea. El desbarajuste tuvo un efecto
tangible en el marcador (5-1). El Mallorca, tras el primer gol,
quedó expuesto a las contras. Se palpaba en el ambiente que los
valencianistas sentenciarían cuando quisieran. Y así fue. Marcó
cuatro goles en diez minutos y ridiculizó a un equipo que paseó su
indolencia por el césped.
Los primeros minutos se vistieron de blanco. Con Vicente
vigilado de cerca por Olaizola y Colsa pegado sobre Baraja, el
Valencia tumbó el campo a la derecha, donde las asociaciones entre
Curro Torres y Rufete crearon los primeros sustos. Una ocasión de
Baraja provocó que Luis saliera del banquillo. Los gritos tuvieron
un efecto tangible y el equipo salió de la cueva. El Mallorca
propuso un fútbol aseado que le dio el dominio de la situación
durante el tramo final de la primera parte. Fernando Correa lo
intentó y comenzó a bajar los decibelios de Mestalla. A la media
hora, el Valencia selló su mejor ocasión del primer acto antes del
gol. Vicente botó de esquina, Ayala remató con violencia con su
cabeza y Leo Franco respondió con sus puños.
Con todos los deberes casi hechos llegó el inicio del fin para
el Mallorca. En la frontera del primer tiempo, un centro de Curro
Torres fue cabeceado en el área pequeña por Mista con Niño y Leo
Franco como espectadores de lujo. El gaditano no siguió al
delantero y Leo Franco se quedó a media salida. Mista, por tercera
temporada consecutiva, volvía a marcarle al Mallorca.
La reanudación marcó un nuevo rumbo. El Mallorca, ya corto de
gasolina, atenuó su presión y el balón comenzó a circular por botas
valencianistas. En diez minutos de caos, el Mallorca apagó la luz.
Recibió un carro de ocasiones, encajó cuatro goles en doce minutos
y la imagen de aparente desidia quedó clavada en el tercer gol,
cuando Angulo y Mista firmaron una pared de lujo que culminó el
primero con una vaselina. Cuatro minutos antes, Rubén Baraja había
rematado en el segundo palo, otra vez en área pequeña, una falta
botada por Vicente. Mista, con dos goles, se sumó a una fiesta que
acabó el camerunés Samuel Etoo con un gol de penalti tras una
jugada en la que el brasileño Nené había logrado desbordar por la
banda izquierda.
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