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Jorge Muñoa|CHARLEROI
Una cita con la historia, así de trascendente, así de seria, aparece la final de la Copa ULEB en el horizonte del Real Madrid, que sale al reencuentro de glorias pasadas, y del Hapoel Jerusalén israelí, que acude a su primer cara a cara con un título continental cargado de esperanza. El Hapoel prácticamente acaba de darse a conocer en el concierto continental. Su mayor logro data de la temporada 01-02 con un subcampeonato en la Copa Saporta, de la que fue eliminado por el Montepaschi Siena italiano. En Israel tampoco puede siquiera aproximarse a lo conseguido por los madridistas dentro de las fronteras nacionales. Dos títulos de Copa -1996 y 97- abren y cierran la cuenta de títulos de los jerosolimitanos. De hecho, esta final es la primera en los más de cuarenta años de vida del club.

En contraste, siempre que el Real Madrid ha disputado una competición europea de segundo orden, siempre, ha conseguido como mínimo el subcampeonato. La razones principales de que los madridistas rechacen ese papel obedecen, básicamente, a la sequía de títulos continentales que el Madrid vive desde 1997, año de su última conquista -Copa Saporta en Nicosia (Chipre) frente al Mash Verona italiano-, a la propia capacidad del conjunto israelí y al premio que supone ganar y clasificarse para la próxima Euroliga, meta prioritaria de la sección blanca para esta temporada.

El base estadounidense Will Solomon es la principal amenaza del Hapoel, cuyo quinteto inicial anota más del 93 por ciento de todos sus puntos. Junto a Solomon, su compatriota Kelly McCarty, los internacionales Kozikaro y Sheffer, y el nigeriano Tunji Awojobi conforman el cinco del técnico Sharon Drucker. En el Real Madrid, la mejor noticia apunta a Alfonso Reyes, que trabaja con normalidad. Además, Antonio Bueno, que había sido sancionado con un partido por un incidente en la semifinal contra el Estudiantes, también podrá jugar tras prosperar el recurso madridista.