REAL MADRID (15+18+20+19): Bennett (22), Herreros (12), Stojic (0), Burke (4), Kambala (19) -cinco inicial-, Fotsis (10), Mumbrú (5), Bueno (0), Núñez (0) y Victoriano (0).
HAPOEL JERUSALEN (15+22+31+25): Solomon (15), Sheffer (15), McCarty (22), Awojobi (12), Kozikaro (7) -cinco inicial-, Muchtari (0), Limonad (0), Mizrahi (8) y Katz (4).
Arbitros: Rems (SLO), Tsanidis (GRE) y Colucci (ITA). Excluyeron por personales a Kambala (m.37) y Mizrahi (m.38).
Jorge Muñoa|CHARLEROI
La Copa ULEB acabó para el Real Madrid en Bélgica en medio de una terrible decepción, sin título, sin pasaporte para la próxima Euroliga y con la dolorosa espina de haber disputado un mal partido y haberlo entregado, además, a un debutante en estas citas continentales, el Hapoel Jerusalén israelí, que ganó el primer entorchado europeo de su existencia y ascendió al paraíso con todo merecimiento. Las finales desconocen el significado de la palabra favorito. El cliché apuntaba al equipo español, incluso entre la prensa y los aficionados hebreos. Pero una final es, siempre, una final. Un escenario que encoge muñecas, revela niños bajo la apariencia de hombres, deja mentes en blanco, borra ideas y anula corazones.
Como efecto contrario, agranda ambiciones, transforma víctimas en verdugos, cambia gloria por resignación y obra, en definitiva, toda clase de mutaciones que escapan por completo al control de pronósticos, trayectorias, historiales y diferencias deportivas. El Real Madrid experimentó muchas de ellas, y no precisamente de las positivas, en muchas fases del encuentro. Los madridistas tardaron en entrar en ambiente frente a una grada dominada de largo por la afición israelí. La idea de explotar la superioridad interior parecía clara en principio, con seis puntos a cargo del letón Kaspars Kambala y del irlandés Pat Burke, pero inmediatamente dejó paso a una mala defensa y a un ataque volcado sobre un perímetro que veía el aro como un dedal.
Dos tiros libres de Ido Kozikaro a los siete minutos marcaron (8-11) lo que aparentaba ser el principio del asentamiento blanco. Un parcial de 7-0 liderado por el hombre mejor plantado en la grada, el estadounidense Elmer Bennett, condujo al Real Madrid hasta una corta ventaja (15-11) que, sin embargo, el Hapoel Jerusalén supo igualar para cerrar el primer cuarto en equilibrio (15-15). Doron Sheffer y el americano Will Solomon cargaban ya con dos faltas y esa era la mejor noticia que podían saborear los madrileños. Aún así, los hebreos, pese a su menor profundidad de banquillo, habían rotado mejor y habían perdido cualquier complejo de inferioridad.
Tres errores seguidos desde el 6,25 a cargo del griego Antonis Fotsis abrieron la espita del desasosiego en el Real Madrid. Una brecha de nueve puntos (15-24) lanzó el primer aviso a los blancos. La ansiedad empezaba a dejarse notar en un bloque empeñado en lanzar triples, aún sin éxito, y ajeno a la idea primaria de aprovechar la ventaja de centímetros en la pintura. El Madrid nunca se sintió cómodo en el partido y su rival le fue comiendo terreno.
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