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Luis Villarejo|GUIMARAES
La selección española abrió por primera vez las puertas a su cuartel general, un antiguo monasterio reconvertido en un hotel, de nombre Da Falperra, enclavado en una zona tranquila, casi espiritual y rodeado de grandes medidas de seguridad, en vísperas de una Eurocopa que mira con lupa y registra con esmero todas las bolsas que porta la prensa en el desempeño de trabajo. El hotel Da Falperra es un búnker. El perímetro que rodea la residencia de España en este torneo se encuentra custodiado por miembros de la Guardia Nacional Republicana de Portugal, que registran con celo a todo aquel que desea entrar a ver al equipo de Iñaki Sáez. «Hasta el momento no se ha producido ningún incidente. Estamos muy tranquilos, dentro del hotel contamos con diez efectivos más, pero es que llegar al filtro del hotel es ya complicado. Por eso, difícil es ver en el exterior a alguien que no sea de la expedición oficial», dijo Lorenzo Rodríguez, responsable de la seguridad.

Es Lorenzo Rodríguez un tipo con experiencia ya en esta labor. Estuvo con España en el Mundial de Corea y Japón. Es el director de la oficina de Deportes de la Dirección General de la Policía y cuida de que a los jugadores no les moleste nadie ya partir de su llegada a Portugal. Cuenta Lorenzo Rodríguez que la seguridad es la obsesión de esta organización. «Nos dan todas las facilidades en este sentido y si en un momento determinado detectamos aumento de público, nos mandan treinta policías más de inmediato sin ningún problema», comentó el responsable policial. De momento, no ha habido sorpresas en el hotel. Atrás quedan aquellas adolescentes que en la época de Julen Guerrero se colaban en el hotel disfrazadas de empleadas para ver de cerca a sus ídolos. España tuvo ayer la mañana libre. Sólo baño y masaje para un equipo que tuvo un viaje duro desde Madrid a Oporto, pasando por la escala de Santiago donde el caos se adueñó de la situación en las calles que dan acceso a la Plaza del Obradoiro. Sáez comenzará a ultimar el debut de España ante Rusia esta tarde. Será el primer entrenamiento serio, en medio de un ambiente distendido, sin agobios a pesar de los debates paralelos que se plasman en la prensa.

De esos debates, Juan Carlos Valerón siempre está en el ojo del huracán. Generalmente para ofrecerle una titularidad que él con paciencia franciscana elude. Valerón es un ejemplo de profesional inteligente. Sáez lo sabe y aprecia su gesto. Ayer dijo Valerón que él nunca va poner al seleccionador en un compromiso. «Si queremos ganar, debemos estar unidos», esa es la máxima de Valerón, que ve contraproducente todos los ataques a su técnico. «Si cada jugador de la selección estuviera todo el día reclamando ser titular nunca ganaríamos nada. España es un equipo y hay que ser respetuosos. Por eso de mi boca nunca saldrá nada que vaya en contra de los intereses del equipo nacional». Con estas palabras que Valerón subrayó, el centrocampista del Deportivo de la Coruña emplazó al personal a que dejen de preguntarle y de buscar una frase que enturbie el ambiente, porque a él está claro no le van a encontrar. Juan Carlos Valerón le debe mucho a Iñaki Sáez. Fue Iñaki quien le descubrió cuando era un crío en un campo de tierra de Las Palmas de Gran Canaria, en una época en la que Sáez trabajaba en la UD Las Palmas. «La primera vez que le vi, Valerón parecía la pantera rosa», cuenta Sáez, quien vio hace años a un chico delgado, enjuto, que daba pases de cuarenta metros con sencillez.