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A estas alturas de la temporada sólo Carlos Moyà parece en disposición de arrebatarle el número uno a Roger Federer. El tenista mallorquín está firmando una de las mejores temporadas de su carrera deportiva, probablemente la más regular, y ya ha recuperado la hegemonía nacional tras un nuevo descalabro de Juan Carlos Ferrero. Ya como el mejor español, continúa su camino en Wimbledon, donde ha alcanzado por primera vez los octavos de final. El próximo escollo será el australiano Lleyton Hewitt. Con la experiencia de seis participaciones previas en las que nunca había logrado superar la segunda ronda, Carlos Moyà llevaba tres años planificando la temporada sin acudir al Grand Slam inglés. Son once meses de competición y los malos resultados habían convencido al balear para tomarse un descanso tras Roland Garros y no reaparecer hasta el inicio de la segunda parte de la temporada de tierra batida (el torneo de Bastad que este año comienza el 5 de julio).

Pero en diciembre y en enero se produjeron dos hechos que llevaron a Moyà a tomar la decisión de regresar a Wimbledon. En diciembre de 2003 España jugó la final de la Copa Davis frente Australia en Melbourne. Los aussies eligieron la hierba porque es la superficie que más perjudica a los españoles, pero el jugador balear rindió a un excelente nivel. Estuvo entrenando una semana antes con Tati Rascón, uno de los pocos jugadores españoles especialistas en el juego saque-red, y su exhibición ante Mark Philippoussis provocó que los australianos temieran con perder la final. Moyà venció al australiano y muchos pensaban que hubiese derrotado a Lleyton Hewitt si se hubiese jugado el quinto punto.

El otro desencadenante se producía en enero. Carlos Moyà había ganado el torneo de Chennai y había alcanzado la final en el torneo de Sydney (los dos primeros torneos del año), pero en el primer set de ese partido ante Lleyton Hewitt apoyó mal el pie y se produjo un esguince en el tobillo derecho. Esta lesión le impidió disputar el Open de Australia, primer Grand Slam de la temporada, pero sus buenos resultados en el resto de torneos le habían puesto en disposición de volver a luchar por el número uno del mundo. Dar dos Grand Slams de ventaja a los rivales hubiese sido demasiada ventaja, así que Carlos Moyà decidió volver a Wimbledon, un torneo en el que los últimos años apenas había llovido y la pista estaba más lenta, por lo que los jugadores de tierra batida habían protagonizado buenos resultados. El tenista mallorquín quiso reaparecer en Wimbledon en condiciones de luchar por algo importante y apostó por un esquema similar al de la final de la Copa Davis. Se marchó una semana antes a Londres acompañado por Joan Bosch, Juanan Martorell y Tati Rascón, alquiló una casa con cuatro habitaciones junto al club y se ejercitó en sesiones de mañana y tarde. En estos tres primeros partidos ha evidenciado una gran adaptación a la hierba.