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Ahora que el deporte se mueve por cifras astronómicas y que los deportistas eligen su camiseta en función de su ficha, hay historias que evidencian que todavía queda romanticismo en el deporte. Ernesto Rodríguez, el jugador más laureado del voleibol balear, ha preferido abandonar el Son Amar (Superliga Masculina) para embarcarse en un nuevo proyecto en Alaró. El técnico isleño va a dirigir al equipo femenino de Primera División y está formando un grupo de lujo. Su pilar principal va a ser Daniela Marín, la mejor jugadora isleña.

Atraído por un proyecto que se da un plazo de tres años para alcanzar la Superliga Femenina y convencido por la organización de un club que aspira a lo máximo, Ernesto Rodríguez ha aceptado coger las riendas del Alaró. Pero su apuesta por esta nueva experiencia no está enfocada simplemente a vivir cosas nuevas. Ernesto Rodríguez es un competidor, un ganador, y ha querido formar un buen equipo para tratar de ascender a Liga FEV y posteriormente dar el salto a Superliga.

A estos niveles la cartera no puede permitirse el lujo de excesos y Ernesto Rodríguez ha optado por la ilusión y por el proyecto como vía de seducción. Sus objetivos son muy ambiciosos y se está rodeando de las mejores piezas. Su primera elección ha sido Daniela Marín, la mejor jugadora mallorquina de voleibol, que el año pasado regresó a la Isla y que se ha comprometido la próxima temporada con el Alaró. Será la pieza básica del engranaje, aunque va a estar muy bien acompañada. Ernesto Rodríguez también ha convencido a Marta Montes, compañera de Daniela en la selección española, que también ha jugado en los mejores equipos nacionales. La plantilla está confeccionada prácticamente por completo, aunque todavía podría producirse alguna incorporación ya que existen posibilidades de que el Alaró juegue en Liga FEV la próxima temporada.

El equipo cuenta con un gran respaldo en Alaró y su sistema de trabajo se asemeja mucho al que utilizan los equipos de Superliga Femenina ya que cuentan con el respaldo de muchas empresas privadas. A las jugadoras también les seduce la posibilidad de trabajar con un técnico de dilatada experiencia y grandes conocimientos, algo que no suele ocurrir en el voleibol femenino.