ITALIA (16+25+13+15): Basile (9), Bulleri (5), Soragna (12), Galanda (7), Marconato (6) -cinco inicial-, Radulovic (-), Pozzecco (12), Righetti (3), Rombaldoni (10), Chiacig(3), Garri(2).
ARGENTINA (23+20+17+24): Sánchez (3), Ginobili (16), Nocioni (7), Scola (25), Wollkowyski (13) -cinco inicial-, Montecchia (17), Fernández (1), Sconochini (2) y Delfino (-).
Àrbitro: Santos (BRA) y Voreadis (GRE). Sin eliminados.
Incidencias: encuentro correspondiente a la final del torneo masculino de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Atenas disputado en el OAKA Indoor Hall ante unos 14.500 espectadores.
Jorge Muñoa|ATENAS
El baloncesto argentino completó un círculo de felicidad completa en Atenas 2004 con el oro que convierte al país suramericano en el 'Señor de los Anillos' de los dos grandes deportes de equipo de los Juegos, el baloncesto y el fútbol, ambos en manos de Argentina, grande sobre el césped, pero mucho más grande sobre el parqué.
La selección albiceleste perdió el Mundial 2002 ante Yugoslavia en un final polémico que le apartó del oro injustamente. En los Juegos griegos ha sufrido una durísima primera fase, con derrotas frente a España y la propia escuadra 'azzurra' (75-76); un cruce de semifinales en el que nadie daba un duro por ella, merced a la presencia de los Estados Unidos (81-89); y una final donde muy pocos países han tocado el éxito.
Mucho menos, un éxito como el del grupo adiestrado por Rubén Magnano. El éxito total, incontestable. Los argentinos sí. A la primera. Sin experiencia previa. Una final, un título. Cuarenta minutos y el pasaporte a la gloria. Magnano y sus hombres lo han merecido más que nadie. Por su capacidad para sufrir, para no perder la fe, para vaciarse cada noche, para jugar al baloncesto, para creer.
Argentina es una selección cargada de valores deportivos: fe, deseo, ambición, respeto al rival, al escudo, a sí misma.
Pocas selecciones en el mundo saben exprimir como la italiana sus virtudes. Una siempre acompaña a los transalpinos: la defensa. Con un corazón que se les sale del pecho. Aferrados a dos tiradores de exhibición -Gianluca Basile y Massimo Bulleri-, a un hombre interior de corte clásico -Dennis Marconato- y a un todoterreno que siempre responde -Massimo Galanda-, la defensa, la entrega, les hace enormes, les hace subcampeones olímpicos. Que es mucho, muchísimo.
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