El fútbol se ha convertido desde hace unos años en material de
derribo. Es difícil echarse a la boca un partido aceptable y es
casi imposible ver alguno notable. Por eso el estreno del Getafe
ante su hinchada tenía mala pinta, casi tan mala como el primer
desplazamiento del Numancia o el empate del Málaga ante el
Zaragoza. El Mallorca tampoco prometía nada, porque Floro había
reclutado a cinco centrales para viajar a Madrid y había puesto
sobre la arena un equipo con un sólo punta. Y todo eso generó un
encuentro casposo, de perfil bajo, pero del que el grupo balear
sacó un rendimiento extraordinario. Casi hizo más goles que remates
a puerta, pero se encontró con el talento de Luis García y le
sacudió al Getafe, un equipo más plano que un folio.
EL SISTEMA. Todos sospechaban que el Mallorca iba a aparecer en
escena con un único delantero. En parte porque Floro había
advertido que en su nómina de centrocampistas polifuncionales hay
un buen puñado de llegadores, de futbolistas con pegada. Luis
García ofició como delantero centro -a pesar de que sus cualidades
se acercan más a las de un media punta- y el Mallorca lo notó,
porque apenas pudo dar un paso al frente en todo el primer tiempo.
Acaso algún arreón de Cortés por la derecha o la fuerza física de
Farinós, que siempre empuja. El equipo de Floro llevó el partido a
su terreno, pero sin darse cuenta que era el mismo que el del
Getafe. Todo eso acabó en confusión y allí se movió mejor el
conjunto de Quique Sánchez Flores, que probó a meterle balones
aéreos a Pachón y Yordi. Hasta que apareció Guillermo Pereyra y
largó un derechazo increíble que los guantes de Sergio -un portero
que demostró una gran condición técnica, pero con los pies- no
lograron repeler.
TODO CAMBIA. El único vocablo que entiende el fútbol es el del
gol, y en eso el Mallorca dio toda una lección de léxico. Al margen
de sistemas, teorías o previsiones, lo cierto es que el Mallorca
marcó en la primera oportunidad en la que pudo hacerlo y eso le
explotó en la cara al Getafe, que confiaba en madurar el encuentro
y atraparlo tras el descanso. Pero Luis García, un tipo que se
maneja como nadie en espacios reducidos, le dio un revolcón a la
cita. Todo cambió tras ese gol legal que parecía ilegal, hasta que
las imágenes demostraron que Pernía rompía el fuera de juego
mientras trataba de levantarse al borde del córner. Eso alteró el
guión, porque el equipo de Benito Floro se encontraba con un
triunfo que no esperaba y porque el Getafe estaba atrapado.
ARANGO Y SIESTA. Para una de las cosas que sirvió el partido de
ayer fue para descubrir que Juan Arango tiene una gran capacidad
para hacer pequeñas cosas y bien, para sintetizarlo todo. Apenas
entra en acción, porque recibe pocos balones para mirar a los ojos
del lateral y alcanzar la línea de fondo. Tiende a moverse hacia el
centro cuando no le asisten, y eso a veces contribuye a que todo
sea todavía más espeso. Pero ayer evidenció que es uno de esos
tipos que tiene dinamita en el área, que definen con clase. Recibió
una precisa entrega de Luis García y le metió el balón a Sergio por
el palo corto. Era su primera aparición seria en la Liga española y
tal vez por eso festejó el gol con timidez, como si se tratara de
un entrenamiento. Ese tanto le permitió al Mallorca entregarse al
ocio y decidió sestear. No podían imaginar los isleños que a poco
del arranque del segundo acto se iban a encontrar con semejante
ventaja, y por eso empezó a sestear. Buscaba algún hueco al
contragolpe, un espacio que le permitiera cerrar su primer
desplazamiento de la temporada con un festín, pero se encontró con
el gol de Nano.
MOYÀ ZANJA EL DEBATE. Uno de los interrogantes que se abrieron
con la contratación de Sander Westerveld era conocer la identidad
del guardameta titular que jugaría ante el Getafe. Floro dejó claro
antes de viajar a Madrid que sería el de Binissalem el elegido,
pero siempre bajo sospecha y sometido a examen. De momento, el
partido de ayer dejó claro que la portería no va a ser un problema
este año, porque el elenco de cancerberos es excepcional. Moyà tuvo
un buen inicio cuando paró un tiro sesgado de Pernía en un golpe
franco y luego mejoró su actuación ofreciendo grandes prestaciones
en el juego aéreo. Pero cuando el mallorquín acabó con el debate
fue en el último minuto de la cita, cuando sacó las manoplas para
escupir un remate de cabeza de Pachón. Allí mostró Moyà un catálogo
de reflejos, colocación y concentración. Rescató al Mallorca y le
permitió regresar a Palma con una sonrisa y, de paso, fulminar
todas las teorías que afirmaban que Westerveld debía ser el portero
titular.
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