Héctor Cúper, habitualmente flemático y tranquilo, mostró su lado
más vehemente a la conclusión del partido del pasado domingo ante
Osasuna (1-2). El técnico argentino, que permaneció más de treinta
minutos en los vestuarios para bajar su temperatura corporal, lanzó
un dardo envenenado, un puñal que se clavó en el corazón del
vestuario. La bronca pública de Cúper, inédita en su primera etapa
en la Isla, monopolizó ayer tertulias y titulares. El de Chabas
denunció la falta de actitud de la plantilla, rescató del cajón
unas palabras enterradas desde su llegada, «la situación es
crítica», y señaló con el dedo a algunos jugadores: «El que no esté
dispuesto al sacrificio, no jugará», sentenció ante la incredulidad
de los periodistas.
Veinte horas después de sus palabras, llegó el reencuentro con
la plantilla. A las cuatro de la tarde, con el cielo cubierto de
nubarrones, Héctor Raúl Cúper reunió a sus hombres. Cabezas gachas.
Pocas ganas de hablar y silencio. Mucho silencio. Un silencio
sepulcral que sólo resquebrajó la voz demíster. El técnico, más
serio que nunca, lanzó una advertencia: «El que corra va a jugar;
el que no, se quedará en casa», soltó Cúper.
El entrenador argentino apuesta por las frases cortas pero
directas como el camino más corto para llegar al grupo. No es un
tipo sobrado de verborrea. Su estilo es conciso y claro. En apenas
quince minutos acribilló a sus jugadores con una charla cimentada
en palabras como actitud, trabajo, sacrificio. «No puede ser que no
tengamos actitud cuando estamos en una situación de descenso. No
puede ser y no lo voy a permitir», insistió Cúper con un tono que
no dejaba ni un resquicio de duda.
Para el compromiso de mañana en Bilbao, el técnico quiere un
cambio de actitud total: «Hay que ir allí a ganar. Corriendo,
luchando, sacrificándose, ayudando al compañero...».
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