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El Mallorca recibió en Barcelona una lección tan vieja como el propio fútbol. Su falta de decisión y sus propias dudas le dejaron con los bolsillos completamente vacíos en el centro de operaciones del líder, que agasajó a la escuadra balear con una pena máxima cuando el partido no había hecho más que nacer. Luis García, héroe de las últimas funciones, malgastó demasiada munición y el Barça tomó la palabra. La cita parecía burlarse del Mallorca, que ocho minutos después de fallar un penalti se veía por debajo en el marcador. Demasiado quizás para un equipo que lleva tiempo viviendo sobre un alambre.

Cúper recurrió al músculo para oponer resistencia al equipo más rápido del torneo. De los Santos, Pereyra, Ramis, Ballesteros, Iuliano, Poli... sus futbolistas más contundentes para esterilizar al Barcelona. El antídoto funcionó a medias. El equipo de Frank Rijkaard encontró oposición en la sala de máquinas, pero se hartó de crear cortocircuitos por las bandas. Ronaldinho por la izquierda y el francés Giuly por el flanco derecho fueron un problema demasiado serio para Iván Ramis y Poli, que toparon con dos extremos casi invencibles.

Decidido a imponer su plan, el Mallorca cedió algunos metros a su adversario y también la iniciativa. Bien pertrechado en su medio campo, el cuadro balear siempre tuvo claro que el Barça cometería algún error. Y así fue. Luis García siguió con atención una carrera de Tuni por su carril, lo que originó que fuera atropellado por Puyol en el interior del área. El Mallorca se encontró con un penalti a su favor a los diez minutos de partido, pero no se lo acabó de creer. El propio Luis García fue el encargado de ejecutar el lanzamiento, pero sin excesiva fe. Víctor Valdés adivinó al trayectoria de un disparo sin veneno.

El Mallorca se había tomado una licencia enorme, entre otras cosas, porque el Barça había lanzado un par de advertencias muy serias. Primero en una acción de Ronaldinho y después con un disparo de Samuel Etoo que atajó Moyà cuando la grada murmuraba el gol. De hecho, no hicieron falta más de ocho minutos para que Deco recordara al cuadro bermellón que había cometido un error capital. Entre un puñado de piernas, el portugués trazó un disparo seco y raso que sorprendió a Moyà, cegado por sus propios defensas. Era el 1-0. En poco más de un cuarto de hora, el Mallorca había recibido un duro escarmiento.

Fiel a su estilo, el Barça se lanzó de forma decidida a por el partido, aunque paradójicamente la mejor ocasión del duelo fue de nuevo para los visitantes. De los Santos, al filo del descanso, remitía un balón al travesaño. Fue otra señal. A los doce minutos del segundo acto, otra vez Deco se encargó de confirmarlo en una nueva acción huérfana de peligro real. Le golpeó duro al balón, pero sorprendió de nuevo a Miquel Àngel Moyà, que pudo hacer mucho más en ese disparo. El guardameta bermellón detuvo el balón en primera instancia, pero la pelota se le escurrió. Ahí se acabó el partido (2-0).

No hubo más. Pese a la crueldad extrema con la que la cita había tratado al equipo de Cúper, el Mallorca se mantuvo entero durante un buen tramo de la cita, pero no pudo reponerse a la segunda puñalada de Deco. Con la balanza inclinada con brusquedad, el banquillo del Mallorca buscó un golpe de efecto recurriendo a Okubo, Correa y Felipe Mello, -el brasileño, uno de los fichajes de invierno, disputó sus primeros minutos en la Liga-, pero el final llevaba tiempo escrito.

Mientras el Mallorca andaba enfrascado en gestar una misión imposible, la grada del Camp Nou festejaba por todo lo alto las noticias que llegaban desde Chamartín. La debable del Real Madrid ante el Athletic redondeó la jornada para el Barcelona, que viaja hacia el título a velocidad de crucero. El Mallorca vive en otro mundo, entre tinieblas, vivirá otro domingo echando números.