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Fernando Fernández
El papel de los profesionales mallorquines en las filas del Illes Balears ya no es el de simples domésticos. Al contrario. Ayer, Vicenç Reynés dio un aviso, pero el primero que mostró sus credenciales fue Antoni Colom Mas (Bunyola, 1978). Después de ser injustamente despreciado por el Relax-Fuenlabrada, con el que finiquitó una larga sequía de victorias insulares en la Vuelta a Andalucía de 2002, tuvo que echar el resto para firmar por un grande. Su futuro pasaba por Portugal, pero el proyecto del Illes Balears resultaba demasiado tentador. Desde el primer momento, se identificó con la escuadra apadrinada por el Govern.

Y no defraudó. Especialista en los inicios de temporada, tenía una cuenta pendiente en la Challenge. Ya había ganado la montaña, pero la general se había quedado demasiado cerca y la mala fortuna le había jugado malas pasadas. Su momento llegó en la edición de 2004. En la ascensión del Puig Major rompió la carrera, agotó a sus rivales, y en el Port de Sóller dejó sentenciada la carrera que siempre había querido en su palmarés. Su estado de forma se prolongó en el transcurso de la Vuelta a la Comunidad Valenciana -ganó la primera etapa y se puso líder- y luego los problemas físicos le frenaron hasta una Vuelta a España a la que regresó y en la que dio señales de vida en Granada, cuando el recorrido empezó a ponerse cuesta arriba.

Su papel en los esquemas de Eusebio Unzúe no ha variado en exceso, pero él era el primero que quería demostrar que merece un papel protagonista. El invierno fue difícil. Perdía a su hermana, pero no bajaba los brazos. Al contrario. Se preparó a conciencia para defender el dorsal número uno en la Challenge. La tuvo cerca, pero un mal día en la dantesca jornada del Mirador d'es Colomer le condenó y encumbró a Alejandro Valverde, ahora compañero de filas y hace unos meses férreo rival en la carretera. La temporada 2005 no puede haber comenzado mejor.