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Una década después de su estreno oficial en el circuito, el nombre de Carlos Moyà se ha convertido en todo un referente dentro del universo de la raqueta. Sin duda, es uno de los mejores embajadores del deporte mallorquín y español, y atesora a sus espaldas una trayectoria ejemplar, que le ha llevado a conseguir el grueso de los objetivos que se ha planteado. Con 28 años y un historial que pone los pelos de punta, el tenista palmesano prepara el relevo generacional que encarna su buen amigo y alumno aventajado: Rafael Nadal. La vida profesional de Moyà se ha visto inmersa en una espiral de altibajos. Se dio a conocer formalmente en la final del Open de Australia de 1997, cuando Pete Sampras pasó por encima de un descarado tenista que emitía una imagen fresca y diferente. Desde ese momento, su progresión resultaba inevitable y los expertos veían en él al enorme tenista que ha demostrado ser. Convertido en un crack mediático, alcanzó su gran sueño con 21 años. Derrotaba a Àlex Corretja en tres sets y se proclamaba rey de la tierra. Su triunfo en Roland Garros'98 le consagraba, pero no era el único momento de éxtasis que viviría. Un par de meses después, se plantaba en las semifinales del US Open. Dos años antes, ya había debutado con el equipo de Copa Davis, que le ha permitido disputar dos eliminatorias en casa, ante los suyos (Cala Ratjada y Coliseo Balear).

Másters Series del calado de Monte Carlo, Cincinnati -en un 2002 excepcional- o Roma y cinco presencias en la Copa Másters le avalan, pero el tramo final de su currículo le reservaba un momento que ansiaba: levantar la Ensaladera que le acreditaba como ganador de la Copa Davis. Fue el pasado mes de diciembre, en Sevilla. Se saldaba la cuenta que una lesión de espalda le impidió aprobar en el Sant Jordi, allá por el 2000. La misma que le impidió ir a los Juegos de Sydney, otra cuenta pendiente cobrada en Atenas, donde el chileno Nicolás Massu, doble oro en la capital griega, se interpuso en su singladura hacia las medallas. Pero si Moyà es recordado en muchos rincones del planeta es por una gesta histórica que se agotó con el final del Másters Series de Miami, el torneo de Cayo Vizcaíno, el mismo que Nadal le estuvo a punto de arrebatar a Roger Federer hace apenas unas horas. Se disputaba el aperitivo, Indian Wells, en la recién estrenada primavera de 1999. Ya han pasado seis años. En plena «Moyamanía», Carlos necesitaba acceder a la final para ser el mejor tenista del mundo. Ser en definitiva, el primer español que alcanzaba el número uno del ránking ATP. Se oficializó el 15 de marzo, ya que la victoria sobre Gustavo Kuerten en semifinales hacía que todos los honores se concentraran en Moyà, el nuevo número uno del mundo. El balear pulverizaba el reinado del intratable Pete Sampras, que tras 262 semanas al frente de la lista, se veía apeado por aquel jovenzuelo que apenas le opuso resistencia en el Melbourne Park una madrugada de enero de 1997.

La final de Indian Wells pasaba a un segundo plano y el australiano Mark Philippoussis -verdugo suyo en el US Open 98 y la final de la Davis de 2003- se la adjudicaba, pero Carlos ya había atrapado el tesoro más apreciado para un jugador de 22 años. La condición de líder del ránking la mantuvo durante dos semanas, el espacio de tiempo que abarca el torneo de Cayo Vizcaíno (Miami), donde Sampras recuperó el cetro, poniendo fin al breve, pero inolvidable reinado de Moyà. Han pasado seis años desde que Carlos dejó la cúspide, aunque realmente, si tenemos en cuenta la lesión que entre 1999 y 2000 le mantuvo en el dique seco, jamás ha dejado de codearse con los mejores. Pasan los años, y su nombre sigue estando en todas las apuestas, aunque Nadal se ha convertido en un serio contrincante. Pese a que Ferrero también logró poseer la condición de número uno, Moyà podrá decir que fue el primero, el más precoz de una Armada que acusa su ausencia.