Nadal posa junto a los cuatro trofeos que ha ganado esta temporada. Foto: JAUME MOREY

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En pleno reinado de Roger Federer, un adolescente de Manacor ha irrumpido en el circuito ATP como un ciclón. Después de un comienzo de temporada sobresaliente, Rafael Nadal Parera ha aprovechado el comienzo de la temporada de tierra batida para convertirse en la sensación del tenis mundial. En el último mes ha alcanzado la final en Miami y ha ganado los torneos de Montecarlo y Barcelona. «Biturbo» mantiene la humildad de siempre pero reconoce que los compromisos publicitarios y las entrevistas de la semana pasada han terminado por agotarle. Va a tomarse una semana de descanso para recuperar la energía porque el próximo lunes comienza la segunda fase de su asalto al número uno: los Masters Series de Roma y Hamburgo y Roland Garros. Rafael Nadal es un tipo acostumbrado a convivir con la «presión» de tener que ganar siempre. Porque desde que cogió la raqueta por primera vez no hace otra cosa que ganar y batir récords. Ha sido el mejor de su edad siempre. Lo ha ganado todo en la modalidad individual y por equipos en las categorías base y su salto al profesionalismo fue muy rápido. El paso por los Futures y Challenges fue efímero, porque desde hace dos años su hábitat es el circuito profesional.

Dos inoportunas lesiones -se lesionó el codo derecho en 2003 y el tobillo izquierdo en 2004- impidieron que Rafael Nadal apareciera en el top ten antes, cuando los récords de Bjorn Borg, Mats Wilander, Andre Agassi, Lleyton Hewitt o Michael Chang ya temblaban. A Rafael Nadal no le gusta el protagonismo. Disfruta en la competición y es el deportista más ambicioso del mundo, pero preferiría pasar desapercibido. Evidentemente es algo que no pudo conseguir la pasada semana en Barcelona y que difícilmente volverá a conseguir en los años que le quedan de carrera. Desde que llegó a la Ciudad Condal, Rafael Nadal ha sido la estrella. Su triunfo en Montecarlo la semana anterior y el excelente partido que protagonizó en la final de Miami quince días antes, convirtieron el Real Club Tenis Barcelona en un hervidero de «gruppies», en la instalación con más periodistas por metro cuadrado con interés por entrevistarle, en el complejo donde las firmas que le patrocinan le tenían preparados demasiados compromisos publicitarios.

Rafael Nadal llegó a Barcelona muy cansado por la intensidad de los partidos que había jugado en Montecarlo y por el viaje de regreso. Emanacorí veía difícil poder repetir la gesta de Mónaco porque sus piernas llevaban demasiados kilómetros acumulados y porque la cantidad de compromisos le impedían descansar lo que necesitaba. Pero al entrar en la pista su pelota viajaba mucho más deprisa que las de sus rivales y la fatiga apenas tenía tiempo para aparecer. Sus fans, especialmente sus seguidoras, pudieron disfrutar de él toda la semana, y lo hicieron por partida doble, ya que formó pareja en la modalidad de dobles con Feliciano López y también alcanzó la final.