Billy empieza a ser un personaje popular entre algunos sectores
del mallorquinismo porque su apego al club rojillo supera con
creces al de muchos habitantes isleños. Su historia empezó a
escribirse hace ya muchos años, cuando viajó por primera vez a
Mallorca para trabajar como profesor de tenis. Bill, que en esa
época apenas había superado la mayoría de edad, inició entonces un
relación muy especial con la Isla. Su estancia le marcó
profundamente y aunque volvió a instalarse en el Reino Unido, ya
nunca perdió de vista a la capital balear ni a su principal entidad
deportiva.
Billy estaba muy atento a la trayectoria del Real Mallorca desde
la distancia, pero en noviembre del año 2002 decidió recuperar sus
vínculos con el archipiélago y se integró en la masa social rojilla
de manera sorprendente. Viajó desde su ciudad natal para ver un
partido ante el Villarreal -en la undécima jornada de la temporada
2002-03- y a la semana siguiente ya había convertido su
desplazamiento en tradición, porque desde ese momento no se ha
perdido ninguno de los partidos de liga que el conjunto rojillo ha
disputado en casa. Entre tanta ida y venida su rostro ya se ha
hecho habitual entre las azafatas que normalmente cubren los vuelos
que le trasladan a Palma o entre el personal del Hotel Antillas de
Magaluf, que se ha convertido en su centro de operaciones cada vez
que pisa Mallorca. Además, es uno de los integrantes más especiales
de la Penya Mallorquinista de Son Flo, en la que la presencia de
seguidores británicos es bastante notable.
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