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En estado depresivo durante una porción notable del curso, la posibilidad de atrapar la permanencia ha regenerado la ilusión del mallorquinismo. Los teléfonos de la Federació de Penyes echan humo y a su presidente, Matías Rebassa, se le acumulan las llamadas. De momento, hasta última hora de ayer, ya había dos aviones confirmados con capacidad para 400 aficionados. Pero la demanda ha desbordado las previsiones más optimistas y se trabaja a contrarreloj para cerrar un tercer vuelo chárter, una opción bastante probable ante la lista de espera que maneja el club.

En caso de atarse los tres aviones deseados para que «nadie se quede en tierra», según palabras de Matías Rebassa, la marea bermellona en Riazor rondaría los ¡700! seguidores, una cifra sin precedentes en la historia contemporánea para un partido de Liga como visitante. Rebassa definió así la expectación: «La gente va loca por ir hasta A Coruña a animar al equipo».

Y es que no se vivía una fiebre rojinegra de este calado desde la final de la Copa del Rey disputada en Elche hace casi dos años. Las sensaciones que desprende el grupo de Cúper en estas últimas semanas -cinco jornadas consecutivas sin perder- y la posibilidad de asomar la cabeza a la superficie este domingo, si el equipo conquista los tres puntos en Riazor y el Levante no gana al Valencia, ha encendido la chispa de una afición que se ha pasado todo el curso en el diván y que ahora, con la línea de meta en el horizonte, despierta a lo grande.