Víctor posa para este diario en la plaza de Algaida. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

TW
0

Cúper lo había probado todo. Se estrujó el cerebro en busca de la piedra filosofal, del interruptor adecuado que iluminara la senda. Que si música en el calentamiento, que si una línea de tres centrales, que si una actitud hermética en el banquillo para no trasladar nerviosismo, que si ahora un 4-2-3-1, después un 4-4-2, cambio de pivote, de interiores... Cualquier experimento acababa en la basura. Entonces, después de doblar la rodilla en casa ante el Zaragoza y caer hasta el fondo del barranco, el entrenador del Mallorca bajó la vista y miró en las catacumbas de Son Bibiloni.

De allí abajo, del anonimato, surgió un tipo de 20 años, nacido en S'Arenal pero residente en Algaida, que respondía al nombre de Víctor Casadesús. Un mes después, el ariete mallorquín se ha convertido en el talismán del Mallorca, en un futbolista insustituible en el esquema cuperiano, que es seria duda para el compromiso del domingo en Riazor por una lesión en su rodilla. Víctor sufre una distensión del ligamento colateral interno que le mantendrá entre algodones hasta las vísperas del desplazamiento a A Coruña. Esas molestias han sembrado de inquietud al cuerpo técnico y médico, que harán todo lo posible para recuperar a la última perla de la cantera isleña.

Y es que los números de Víctor no mienten. Desde que está en el primer equipo, éste presenta una tarjeta inmaculada: cinco partidos, tres victorias, dos empates y ninguna derrota. Esos datos se tiñen de negro cuando se repasan los resultados conseguidos por el Mallorca B sin la presencia del que sigue siendo su máximo goleador: cinco partidos, cero victorias, dos empates y tres derrotas. La diferencia es abismal. Mientras que el Mallorca se ha enganchado a la salvación gracias a su descaro y su olfato -ha marcado tres goles en cinco partidos- el equipo nodriza se ha complicado su futuro en Segunda División B y camina sin rumbo al pozo de la Tercera balear.