«Para nosotros el partido contra el Betis no es una final, es la
vida misma». Esta frase lapidaria, que salió ayer de la boca de
Héctor Raúl Cúper, sintetiza la importancia del próximo compromiso
del Mallorca, una cita que está destinada a marcar el futuro de la
entidad a corto y medio plazo. La trascendencia de los puntos en
juego ha hecho que la enésima final del campeonato se eleve a una
categoría superior y que la temporada, el trabajo de todo un año,
se reduzca a noventa minutos cargados de adrenalina. El técnico
argentino lo ve claro, pero advierte que del optimismo a la euforia
hay sólo un paso y no está dispuesto a que la reacción de las
últimas semanas se diluya precisamente en el epílogo de la
campaña.
Ejefe del vestuario mallorquinista compareció ante los medios en
su habitual rueda de prensa previa a la jornada y lo hizo
conservando el gesto serio que le caracteriza. Para el técnico, el
duelo del domingo puede redondear una escalada casi utópica, aunque
él prefiere no asociar el término milagro a esa racha de
resultados: «No me gusta mucho esa palabra porque parece que todo
es obra de alguien que no está aquí dentro. Es evidente que la
situación de hoy no tiene nada que ver con la de hace un mes, pero
esto sucede muy a menudo en el fútbol. Está claro que tiene que
haber una coincidencia, pero yo no hablaría aún de milagro porque
todavía tenemos que jugar un partido», matiza.
«Tenemos que estar concentrados en el partido que vamos a jugar
y no ir más allá», advierte el preparador de Chabas. «La parte
psicológica debemos manejarla muy bien y la ansiedad aumentará a
medida que se acerque el momento, por lo que hay que ir frenando
algunas situaciones aunque no haya una fórmula mágica para ello. Lo
que le digo a sus jugadores es que no cambien sus hábitos porque en
líneas generales tratamos de hacer lo que venimos haciendo
últimamente».
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