La crónica de este meteórico éxito se empieza a escribir con los
albores de la temporada. Doha fue su primera aparición tras haber
llevado a España a levantar su segunda Copa Davis. Muchas miradas
estaban pendientes del héroe de Sevilla, alejado de su superficie
natural, aunque pudo alcanzar los cuartos de final. Sólo Iván
Ljubicic consiguió frenarle en seco en plena preparación del
Abierto de Australia. Eso sí, en dobles se permitió la licencia de
obtener el primer título del curso en compañía de un Tommy Robredo
cuya actitud hacia el de Manacor ha variado de manera sustancial a
medida que ha ido eclipsando al resto de la Armada, de la que es el
líder indiscutible.
En plena gira oceánica, sus problemas físicos le jugaron una
malapasada en Auckland. Su mismo verdugo en la final de 2004m
Dominik Hrbaty, le llevó a firmar su peor resultado de la campaña.
Rafael se despedía en primera ronda y sólo le quedaba concentrar
todas sus fuerzas en el desafío que para él suponía el primer Grand
Slam.
El tenis regresaba al Melbourne Park con un Open de Australia en
el que partía como aspirante a todo. Y así lo demostró hasta que el
cuadro le cruzó en octavos de final con un Lleyton Hewitt que
cuando juega en casa resulta casi imbatible. El descarado
australiano le apeó del torneo,pero a Rafael se le vieron buenas
maneras sobre un piso en el que se desenvuelve con enorme
comodidad.
El cambio de continente suponía a la par un nuevo aire y la
generación de excitantes expectativas. Argentina, Brasil, México...
En Buenos Aires comenzó a marcar su terreno sobre el polvo de
ladrillo. La otra Armada, la local, se conjuró para evitar que el
título volara una vez más para Mallorca. Un contundente Gastón
Gaudio (6-0,6-0 y 6-1) le impidió llegar más allá de los cuartos de
final, pero lo mejor aún estaba por llegar.
Ronda a ronda, el Abierto de Brasil se acercaba más a su
palmarés. Sólo poseía el cetro de Sopot y no era justo. Nadal
aplicó el rodillo en cada partido y la final le deparó un encuentro
asequible. Una final española que no tenía color y en la que Beto
Martín apenas opuso resistencia para permitir a Nadal estrenarse en
el concurso individual.
La racha se fraguaba y tuvo continuidad siete días después en
Acapulco, donde el Abierto Mexicano acabó por disparar las
expectativas del mallorquín, ya colocado en el puesto 31º de la
Carrera de Campeones. La Nadalmanía se iba asentando en el
circuito, que ya tenía a su nuevo ídolo posicionado.
Llegó Cayo Vizcaíno, el quinto Grand Slam nunca reconocido. Y
con él la explosión final, el momento de gloria de un Rafael Nadal
que tuvo frente a frente en la final al mejor tenista del planeta,
al mismo al que va a desbancar. Por entonces, Roger Federer ya
intuía que el balear era la amenaza más firme a su reinado. Tuvo en
su mano su primer Másters Series, se puso dos sets arriba, pero el
desgaste físico y la falta de experiencia en esas situaciones
inclinaron la balanza del costado del tenista helvético, al que
Rafa puso contra las cuerdas en un arranque fulgurante.
La ascensión ya era inevitabley Nadal se apoderaba del lugar 17º
de la Champions Race. En la Lista de Entradas, el panorama era el
mismo, aunque tocaba levantar el pie del acelerador. El momento
llegó en Valencia, donde Andreevse apuntaba un tanto ante el
jugador del momento.
Ese parón fue lo mejor que le podía pasar al de Manacor, quien
encadenó una serie de 23 victorias consecutivas que aún perdura.
Con ello, Monte Carlo se rendía a sus pies, marcando a la par su
terreno respecto a Guillermo Coria. Ya tenía un Másters Series en
el bolsillo, pero Rafael quería más. Cumplió en el Godó y ya iban
cuatro títulos. La culminación y cofirmación tuvo que esperar hasta
el vibrante choque que significó la final de Roma. Ante Coria
también y echando mano de la épica que le dio la espalda en
Miami.
Hamburgo significó un punto y seguido. Se tenían que dosificar
las energías. Roland Garros bien valía la pena. Y más cuando se vio
que Nadal olía a campeón. Burgsmuller, Malisse, Gasquet, Grosjean
-con polémica, parón y pérdida del primer set del torneo-, David
Ferrer y por último Federer, ni más ni menos que Roger, tuvieron
que quitarse el sombrero ante un Nadal que posee un récord de 47-6
y llega más fresco que Puerta a la final. El número uno pasa por
lograr la victoria más esperada de su carrera: París.
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