Mats Wilander, hasta el domingo pasado único debutante en Roland
Garros que se había alzado con la Copa de los Mosqueteros (1982),
ganó siete Grandes durante su carrera. Es una de las leyendas vivas
que se ha transformado en fan de Rafael Nadal. Ya lo había hecho
antes Pat Cash, uno de los mejores jugadores de la historia
australiana que sufrió la derecha del mallorquín hace cuatro años
en Santa Ponça. Tardó tiempo en hablar abiertamente de su derrota,
pero ahora es un gran seguidor del balear. De todos modos, el nuevo
objetivo de Rafael Nadal es igualar las gestas de Bjorn Borg que
ganó seis veces Roland Garros y cinco Wimbledon. El prodigio isleño
se ha llevado a Halle (mañana comienza su participación en el
torneo alemán) deberes para mejorar su juego en hierba. El Grand
Slam inglés es su cita predilecta y sueña con alzarse campeón
también allí. Aunque a este ritmo, su único referente va a poder
ser Rod Laver, que logró el Grand Slam (ganó los cuatro Grandes) en
1962 y en 1969.
Basta echar un vistazo a la trayectoria de Rafael Nadal esta
temporada (campeón en Costa do Sauipe, Acapulco, Montecarlo,
Barcelona y Roma) para llegar a la única conclusión posible: es el
mejor jugador del mundo sobre tierra batida. Ha sumado 28 victorias
consecutivas y, después de sus triunfos ante Roger Federer
(semifinales de Roland Garros) y Guillermo Coria (finales de
Montecarlo y Roma), parece imposible que pueda perder un encuentro
en polvo de ladrillo. Sin embargo, Rafael Nadal siempre ha mostrado
un gran interés por todas las superficies. Ha sido educado para ser
un número uno, no solamente el mejor sobre tierra batida. A él
siempre le ha atraído más Wimbledon que Roland Garros, pese a ser
un especialista sobre arcilla. En Inglaterra ya conocen de sus
cualidades también sobre hierba. En verano de 2002, con 16 años
recién cumplidos y en una de sus últimas participaciones en torneos
de categoría juvenil, alcanzó las semifinales en el cuadro júnior
de Wimbledon. Al año siguiente, ya en el cuadro final, igualó otro
de los récords de la ATP. Como hiciera Boris Becker, alcanzó la
tercera ronda del Grand Slam inglés en su primera participación en
el torneo. El año pasado no pudo competir allí porque la lesión que
se produjo en el tobillo le mantuvo alejado de las pistas hasta que
finalizó ésa cita.
En 2005, Rafael Nadal va a encarar su segunda participación en
Wimbledon con la ilusión por las nubes. Ya tiene garantizada una
plaza para participar en la Copa Masters de Shanghai y ya se ha
liberado de la presión mediática que prácticamente le obligaban a
ganar todos los partidos que disputaba sobre tierra batida. Ahora
que llega la hierba, podrá jugar tranquilo. Se había pasado las dos
semanas de Roland Garros diciendo que no era favorito, pero todo el
mundo le situaba como el gran candidato. El domingo, después de
ganar la Copa de los Mosqueteros dijo que su objetivo era Wimbledon
pero «ahora sí que no soy favorito». Está claro que hay jugadores
que a priori tienen más opciones que Rafael Nadal para ganar
Wimbledon. Parece imposible que Roger Federer pueda perder en el
tercer Grande de la temporada, por ejemplo. También hay que incluir
en esa lista a jugadores como Lleyton Hewitt, número dos del mundo
que ya sabe lo que es ganar allí. A Andy Roddick, que posee el
saque más potente del circuito.
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