El jugador de Estrasburgo, además, no es un desconocido en el
circuito. Llegó a ser el 36 tenista del mundo en el 2002, cuando
logró los dos torneos que adornan su palmarés (Lyon y Moscú). Pero
el campeón no encontró rival en Mathieu, que en ningún caso pudo
quebrar el saque de Federer, que sobrepasó el duelo sin
sobresaltos. Igual que la otra ocasión en la que se enfrentaron. La
única hasta ahora, en el Masters Series de Roma del 2003, donde el
suizo ganó por 6-3 y 7-5. El número uno del mundo, que mantuvo la
solvencia que le caracteriza con un sólido servicio y una aparente
facilidad para restar el de su rival, se enfrentará al checo Ivo
Minar, que derrotó a su compatriota Michal Tabara por un triple
6-4. Lleyton Hewitt, una de las alternativas al dominio de Federer,
evidenció ayer que ha dejado atrás las lesiones que le impidieron
competir en París y corroboró sus ganas de victoria tras imponerse
al belga Christophe Rochus por 6-3, 6-3 y 6-1. La falta de partidos
se había convertido en un serio revés para afrontar la nueva
edición de Wimbledon, ya que el «aussie» sólo había disputado un
torneo desde marzo debido a una operación en el pie y una caída en
la que se fracturó dos costillas.
Aquel contratiempo le impidió también competir en Roland Garros,
aunque Hewitt, resignado, se consuela argumentando que aquello
estaba «fuera de su control», aunque le «decepcionó mucho». Esta
mala racha parece superada. El de Adelaida, campeón en el 2002 en
Wimbledon y finalista en el Abierto de Australia esta temporada, se
tranquilizó en el All England Club, al asegurar que se encuentra
bien «tanto a nivel físico, como mental». «La lesión de las
costillas no me han afectado tanto. Pero en cada partido tienes que
mejorar. No hay duda de eso», comentó Hewitt.
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