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Es la diferencia de clases. El Málaga juntó sus líneas, aguantó el asedio local en el primer cuarto de hora y mató a la contra. No hizo nada del otro mundo, pero convirtió todo lo que tiró dentro. El grupo balear, en cambio, arrojó a la basura un partido que tenía controlado, se derrumbó tras el primer gol del Málaga y acabó con la grada irritada. Sólo suma cuatro puntos, está en descenso y los fantasmas del pasado ya pasean a sus anchas por los pasillos de Son Moix (1-4).

El Mallorca arrancó enchufado. Cúper sentó a Borja y Doni para entregarle los galones a Farinós. Situado como único pivote, trató de poner en marcha a sus compañeros, una tarea que estropeó por sus entregas al contrario. El primer cuarto de hora fue local. Jugó el grupo balear sus mejores minutos del torneo, pero sin munición. A los tres minutos, a Okubo se le nubló la vista de repente. Fue tras un balón largo que Arnau convirtió en ocasión con sus dudas. Se quedó el portero del Málaga a media salida y el japonés se asustó de repente. De todas las opciones, escogió la peor. Se le cerraron las puertas del peligro en las mismas narices. Su último recurso fue un centro al área que Arango envió a la publicidad.

El grupo de Tapia tiró de oficio y comenzó a romper el ritmo con su juego subterráneo. Su único argumento ofensivo se limitó a los saques de Arnau a la prolongación de Morales, un bicho de casi dos metros que trajo en jaque a Potenza. Con insistencia y ritmo, el Mallorca apretaba a su rival con un par de ocasiones de Yordi y Arango. Entonces, el Málaga recordó que al fútbol se juega con balón y activó su maquinaria. Duda se desperezó por su carril y pidió turno. Poco a poco, la resistencia local se fue doblando. El Málaga avisó con dos bombas de Nacho desde fuera y un cabezazo de Morales que despejó Prats.