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El pasado 2 de octubre, hace apenas cinco semanas, el Mallorca abandonaba el Santiago Bernabéu con las alforjas cargadas de plomo. Ocupaba la última posición del torneo con sólo cuatro puntos de 18 posibles, 14 goles recibidos y con un tufillo cadavérico que invitaba al pesimismo. Entonces, Héctor Cúper barajó sus cartas, removió el vestuario y derrumbó el edificio que había construido durante el verano. Mientras la selección apuraba sus opciones de ir al Mundial con las contiendas frente a Bélgica y San Marino, el entrenador del Mallorca preparaba su pócima secreta. Rebuscando en lo más profundo de la caseta, halló la solución. Cinco jornadas después de aquel batacazo en Chamartín, el grupo balear parece haber alterado la dinámica perdedora, ha sumado el doble de puntos (8) en un partido de menos, acumula siete de los últimos nueve y afronta el parón liguero en su momento más álgido del curso.

Cúper encontró los ingredientes en su cocina. En la despensa. Allí encontró la solución a sus problemas defensivos, a su falta de gol y de contención en la sala de máquinas. El de Chabas borró varios nombres de su pizarra y abrió las ventanas para oxigenar un once cargado de contaminación. La limpieza afectó a todas las líneas: centrales, carriles, el doble pivote y hasta el delantero centro. La reestructuración comenzó en la línea de fondo. Héctor Cúper quitó de en medio a Potenza y Ballesteros, éste último después de propinarle a David Beckham un bofetón, su segundo de la temporada, que le costó la expulsión. El técnico argentino apostó por la veteranía y le dio la alternativa a Mark Iuliano y Eduardo Tuzzio. El italiano había intervenido algunos minutos; el argentino permanecía inédito desde su llegada por culpa de unos problemas musculares. Desde ese retoque, el grupo isleño ha taponado su hemorragia. Apenas ha encajado cinco goles en cinco partidos y ha sellado su portería en dos encuentros, una racha inédita en los últimos tiempos. Tuzzio, lesionado hace nueve días frente al Sevilla, cumplió en sus citas, con la excepción del borrón de Villarreal. Iuliano mejora a medida que sube su estado físico. Luce galones, fija a la zaga y no se complica la vida.

La revolución se multiplicó en el centro del campo. De una jornada para otra, Cúper modificó toda la sala de máquinas. Desde la banda diestra a la zurda, pasando por el doble pivote. El argentino, que en el Bernabéu había apostado por situar a Farinós como medio centro y Arango en la mediapunta, rectificó. Apostó por una pareja más complementaria, por el trabajo de Borja y el talento de Doni, el mismo dúo que dibujó ante la Real Sociedad y el Getafe, las únicas citas saldadas sin derrota. Los carriles también entraron en la rotación de Cúper. Campano y Peralta quedaron relegados al banquillo para satisfacción de Jonás Gutiérrez y Tuni, sus sustitutos. El argentino, que poco a poco ha ido perdiendo fuelle, deslumbró en su estreno ante el Racing de Santander por su rapidez y sus cabalgadas. Esolleric, uno de los futbolistas más en forma del vestuario, aportó verticalidad y desborde, clase y trabajo en una orilla inutilizada en las jornadas precedentes.