Jonás Gutiérrez intenta controlar el balón ante el rojiblanco Casas. Foto: MONSERRAT

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En un día propicio para alzar la vista, el Mallorca volvió a agachar la cabeza. El grupo de Cúper arrojó a la basura una oportunidad única para aclarar su destino tras una contienda cargada de tensión, pero infame de fútbol. El peor Athletic de la historia, que se presentaba en Son Moix como colista y con una sola victoria en el zurrón, sacó petróleo del desierto, de un disparo de Luis Prieto que dejó a Prats en evidencia. El Mallorca lo intentó, hizo méritos para sellar el empate -larguero de Pereyra, disparo a bocajarro de Víctor, chut de Tuni al lateral de la red...- pero acabó doblando la rodilla y con la grada arrojando chatarra a Puentes Leira por una obstrucción de Dañobeitia a Choutos dentro del área en el descuento. El árbitro no señaló nada y finiquitó un partido que mete de nuevo al conjunto isleño en problemas clasificatorios (0-1).

El Mallorca dominó en el primer cuarto de hora y descubrió flaquezas en la defensa de su rival. Con presencia en las bandas, sobre todo en la orilla de Tuni, y una actitud encomiable de Yoshito Okubo. Un par de incursiones del solleric y de Cortés encendieron la luz en el banquillo visitante. Entonces, Javier Clemente repartió otro guión. Alteró la línea de fondo, fijó a tres centrales y situó a Iraola y Casas como carrileros. Pese a todo, el grupo isleño mantenía con ritmo el duelo. Pese a esos minutos de tanteo prometedores, la mejor ocasión fue un centro de Fernando Navarro que Jonás, desastroso toda la noche, envió a la basura.

De repente, el Mallorca se echó a dormir, bajó la persiana y hasta el descanso se acercó más a la reprobación de sus aficionados que al elogio. El Athletic se apoderó del balón, Iraola y Casas se asomaron a terreno enemigo con frecuencia y Yeste comenzó a dar señales de vida. El exquisito futbolista fabricó un par de acciones de seda y lujo con su zurda y originó la primera aproximación bilbaína, un centro raso al corazón del área que Joseba Etxeberria desaprovechó. Los murmullos recorrían las gradas de Son Moix.