La afición ya ha hecho público su veredicto. Aburrida y cansada de
todo lo que ha tenido que soportar ultimamente, la hinchada ha
decidido alzar la voz y exhibir de manera directa su desacuerdo. Es
la primera vez en toda la temporada que el mallorquinismo se rebela
contra el proyecto o contra quienes lo gestionan, pero el gesto es
también un síntoma muy significativo, casi definitivo.
Y eso que todo había comenzado de manera rodada para el
Mallorca, que se había rodeado de muy buena compañía en los
prolegómenos del encuentro. El público no llenó las gradas de Son
Moix, pero si que respondió de manera importante a la llamada de
auxilio que había hecho el presidente durante la semana. Así, una
hora antes del comienzo del choque los aledaños del estadio
presentaban un aspecto poco habitual y empezaban a poblarse de
camisetas rojillas. Los peñistas, que siempre se encargan de darle
a la cita un plus de animación y sonido, iban llegando
progresivamente al estadio y todos coincidían en su consigna:
animar y ser positivos. Ya en el interior del estadio, crecía
también el número de pancartas y se multiplicaban los mensajes de
ánimo.
Pero la cosa empezó a alterarse cuando arrancó el partido. Los
seguidores comenzaron animando y se volcaron desde el pitido del
árbitro, pero el volumen fue decreciando al mismo ritmo que
avanzaba el partido. Al Getafe le bastó con muy poco para trasladar
la angustia a la grada. Un par de acercamientos de los madrileños y
la apatía de los baleares, que por entonces ya era evidente,
propiciaron las primera protestas, aún tímidas y algo lejanas. La
primera gran bronca llegó a la media hora, tras una indecisión de
Okubo, y se repitió, quizá con más intensidad, seis minutos más
tarde. Los nervios estaban ya a flor de piel y mientras unos se
quejaban de la incapacidad de los isleños, otros le recriminaban al
resto que agotaran sus fuerzas silbando. Como nada cambió, los
pitidos se reprodujeron al descanso y el plantel se retiró
cabizbajo.
El segundo tiempo acabó con la paciencia de los aficionados. El
Mallorca no mejoró en nada y su masa social esperó a que el partido
agonizara para reeditar una pañolada muy parecida a la que
sentenció a Floro. Son Moix no había sido tan tajante desde
entonces».
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