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Ginés Muñoz|BARCELONA
El Trofeo Conde de Godó de 2006 pasará a la historia por ser el de la «Nadalmanía» y el de la retirada de Albert Costa, que dijo adiós a 13 años de carrera y 11 títulos ATP en un grandioso partido ante su amigo Juan Carlos Ferrero. Nadal y Costa protagonizaron los momentos más álgidos, más bonitos y más emotivos de la semana en las pistas del Real Club de Tenis Barcelona. El mallorquín por ser el número dos del mundo, el rey de la tierra batida, un tenista de tan sólo 19 años con un carisma incontestable. El catalán, por ser uno de los jugadores más queridos del circuito y porque, a sus casi 31 años, decidió despedirse en su club y ante su afición del tenis profesional. Todo empezó el pasado lunes, cuando Albert Costa se deshizo del estadounidense Vincent Spadea en el partido de su debut y prolongaba un partido más su exitosa carrera.

«No quería despedirme perdiendo con alguien como él», reconoció posteriormente el ilerdense, que deseaba un rival de más entidad en para el momento de su adiós. Dos días después, Costa se resistía a colgar la raqueta al vencer al octavo cabeza de serie del torneo, el eslovaco Dominik Hrbaty, justo antes de que Rafael Nadal debutase ante su compatriota Feliciano López. La pista central se llenó aquella tarde para ver jugar al manacorense contra Feli, algo inédito en un partido de la tercera jornada, como inédito fue ver en esta edición del Godó más público siguiendo en directo los entrenamientos de Nadal en la pista 4 que algunos eliminatorias del torneo que se disputaban en la pista 1.

El momento de Costa llegó en octavos, donde le esperaba un Ferrero en franca progresión. «Salté a la pista pensando que este sí era el día», desvelaría más tarde. Ambos tenistas reeditaron aquella final de Roland Garros de 2002 que se llevó Costa, aunque esta vez la balanza se decantó del lado del valenciano, quien tuvo que sufrir lo indecible para ganar un partido que se fue a tres largos y emocionantes sets. Con una ovación de casi cinco minutos de 6.000 espectadores puestos en pie y acompañado de su mujer y de sus dos hijas, que bajaron a la pista para estar junto a él, Albert Costa, visiblemente emocionado, puso punto y final a su carrera. Ese mismo apoyo de la grada lo sintió Nadal en su partido de cuartos de final contra Jarkko Nieminen, al que tuvo que remontar un set en contra y 4-1 en el segundo para no caer eliminado. Tras vencer en la final a Tommy Robredo, el propio Nadal reconoció que aquel encuentro de cuartos no lo hubiese remontado sin la ayuda del público del Godó y que, por tanto, ahora mismo no podría estar cele- brando su segundo título consecutivo en Barcelona.