La debacle en Belfast, un lugar donde nunca había perdido y del que hasta el miércoles siempre se había marchado con la meta imbatida, coincide con la crisis de identidad y el ánimo tocado tras la decepción mundialista. La selección española ha sido incapaz de reconducir su aspecto. Conserva la languidez que presentó a la vuelta de Alemania.
Los próximos días pueden ser claves en la continuidad de Luis y en la prolongación de su ciclo. Tras la derrota frente a Irlanda del Norte el seleccionador asumió su culpabilidad absoluta. Eximió de casi todo a los jugadores. Pero rechazó dimitir, aunque emplazó a las autoridades federativas a que actúen si lo creen conveniente.
De paso, el impulso, el progreso y el éxito adquirido por otras modalidades, recientemente el baloncesto, ha acentuado en la comparación las miserias que tradicionalmente despide el equipo en cada una de las competiciones que interviene. El fútbol es ya el patito feo del deporte español.
España termina su primera escala hacia la Eurocopa con tres puntos. Obtenidos por su triunfo (4-0) ante Liechtenstein en Badajoz. Un triunfo ficticio, cumplidor pero sin brillo.
Luis ha prolongado la confianza en el grupo de futbolistas de Alemania 2006. El centrocampista Borja Oubiña fue la única innovación en un bloque consolidado. Incluso en el terreno de juego las alteraciones del preparador madrileño fueron mínimas. Sólo David Albelda se ganó un puesto en el once inicial en detrimento de Xavi Hernández, en Badajoz, y de Cesc Fábregas en Belfast.
Los grandes envites amenazan ahora. Después del trámite frente a Liechtenstein y el fracaso en Irlanda del Norte. Dentro de un mes España visita a Suecia. Después recibe a Dinamarca e Islandia (24 y 28 de marzo) y termina la primera vuelta en Letonia, el 2 de junio.
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