Angelos Basinas se duele tras recibir una falta en una secuencia del partido de ayer. Foto: MONSERRAT

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A los veinte minutos, la grada disfrutaba del Mallorca más descarado de la temporada. En ese tramo inicial, el grupo balear había tumbado el campo apoyado en el talento de Ariel Ibagaza y el descaro de Jankovic. Había hecho casi todos los deberes, había transformado al Villarreal en un equipo vulgar y sólo la falta de definición le privaba de una victoria que, por méritos, merecía.

Cinco minutos después, esas virtudes apenas se divisaban bajo la tonelada de escombros en que se convirtió el marcador. Entre medias, dos errores groseros de la defensa, personificados en Varela y Ballesteros, y dos goles de Diego Forlán. Sin hacer nada, el Villarreal mandaba 0-2. Un obstáculo excesivo para soñar con el milagro. El brote de rabia doméstico llegó con una volea de lujo de Bosko Jankovic con la zurda en el arranque del segundo acto.

Manzano añadió más plomo (Víctor, Tristán...) para atrapar la remontada, pero la templanza del Villarreal, que se dedicó a defender con el balón, provocó un cortocircuito y empujó al Mallorca a su primera derrota en casa del curso (1-2). Abrió el equipo isleño la tarde oliendo a recuperación, con la búsqueda de la confirmación en su libro de ruta.