Dorado, Jankovic, Jordi y Víctor felicitan a Maxi tras lograr el gol del empate. Foto: FÉLIX ORDÓÑEZ

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La Copa sigue sobre la mesa. El Mallorca salió reforzado de su visita a San Mamés y se jugará el billete para los octavos de final el día 8 de noviembre, en su terreno y ante su público. El equipo de Manzano supo enmendar a tiempo sus errores iniciales y pudo traerse a la Isla un botín aún mayor (1-1). Al Mallorca le cuesta madrugar, sobre todo en los partidos que juega como visitante, cuando no está obligado a llevar la iniciativa.

El cuadro balear tiende a incorporarse al encuentro un poco más tarde que su rival y eso entraña unos riesgos tremendos. Más aún cuando el que está delante es el Athletic y cuando la función se traslada a un escenario tan exigente como el de la Copa. El cuadro vizcaíno, que además del resultado peleaba también por restaurar su prestigio, salió al césped mucho más enchufado que el grupo isleño y gobernó con autoridad durante todo el primer tiempo.

El técnico local, Félix Sarriugarte, no quiso saber nada de las famosas rotaciones y afrontó la cita con toda su artillería, mientras que Manzano cumplió su palabra y oxigenó el once rojillo dándole entrada a jugadores hasta ahora inéditos como Kome y Dorado y prefirió reservar a Arango para aligerar sus piernas. Logicamente, la apuesta favoreció inicialmente al preparador de los bilbaínos, que vio como los suyos marcaban el territorio en los primeros minutos e inclinó el campo hacia la portería defendida por Moyà.