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La botella vuelve a estar medio vacía. La Liga ya ha consumido todas sus citas del 2006 y el Mallorca sigue atascado en el mismo sitio que hace un año. Es verdad que su margen de maniobra es ahora mucho más amplio y que el colchón que tiene bajo sus pies es más grueso que el de entonces, pero los números le delatan. Algo no funciona.

El equipo balear dispone sólo de un punto más de los que tenía hace doce meses, ha marcado menos goles y su distancia con respecto al barranco se estrecha por momentos. Lo más preocupante de todo es que el grupo es víctima de un proceso totalmente opuesto al que protagonizó en las dos últimas campañas y que tras un par de semanas de descomposición ha empezado a bajar la vista.

La temporada 2003-04 abrió un periodo especialmente oscuro para la SAD isleña, que pasó de saborear las mieles del éxito a limitarse a sobrevivir. Desde entonces, el Mallorca ha visto recortados sus objetivos y ha tenido que pelear hasta el último momento por mantenerse a flote. Este año la historia parecía distinta. Manzano, que venía de salvar al equipo de las garras del descenso, retomó el proyecto desde el mismo punto en el que lo había dejado y le aplicó una pequeña reforma que le daba un aspecto ilusionante al nuevo proyecto.