Gregorio Manzano vive sus horas más amargas como entrenador del Mallorca. Desde que reemplazara a Héctor Cúper el pasado mes de febrero, el técnico de Bailén siempre había desfilado por el escaparate del éxito. Incluso durante su primera época (2002-03) se acostumbró al triunfo. Los irregulares momentos en el campeonato quedaron eclipsados con la extraordinaria trayectoria en la Copa, que desembocó en el título a costa del Recreativo de Huelva.
Nada más aterrizar en Palma hace diez meses, su pluma táctica impulsó al grupo isleño, que pasó de las catacumbas a la tranquilidad en un vistazo y festejó la salvación antes de tiempo. Esta temporada también arrancó con una sonrisa. Hasta la undécima jornada, hace prácticamente un mes (19 de noviembre), el grupo balear presumía de la defensa menos goleada del campeonato. Desde entonces, el equipo ha caído en picado y la portería es un coladero.
Acumula tres derrotas consecutivas, apenas ha sumado uno de los últimos 12 puntos y sólo ha ganado un partido desde finales de octubre. Esta paupérrima tarjeta ha provocado una catarata de críticas, centralizadas en la figura del entrenador y sus constantes cambios de sistemas y jugadores.
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