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Rafael Nadal entró con semblante preocupado a la Rod Laver Arena pero salió triunfante en su regreso al Abierto de Australia tras solventar su primer compromiso ante el estadounidense Robert Kendrick por 7-6 (6), 6-3 y 6-2. El otro mallorquín en el cuadro, Carlos Moyà, finalista en 1997, cayó ante el estadounidense James Blake, quinto favorito, por 7-6 (8), 6-2 y 6-4, un fiasco que se produjo por segunda vez en cuatro días, pues se enfrentaron el sábado en la final de Sydney.

En esta ocasión, Moyà se vio perjudicado porque el techo de la pista Vodafone se cerró debido al calor y en esas circunstancias, el juego de su rival subió en efectividad. Nadal, por su parte, sabía que su vuelta al primer grande de la temporada, tras faltar a la cita el pasado año por una lesión en el pie izquierdo, era esperada, y que todos los ojos estaban puestos en él y en sus modificaciones en el servicio para comprobar si realmente el trabajo realizado en la pretemporada, con el objetivo de ser más efectivo, habían surtido efecto.

Y ante un rival que en Wimbledon el pasado año estuvo a solo dos puntos de la derrota, Nadal justificó todo lo que se había dicho de él al vencerle en dos horas y siete minutos, sin ceder una sola vez su saque, con siete «aces» y un porcentaje de un 75 por ciento de puntos ganados con su primer servicio.