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Miguel Vidal
Cuando fichó por el Real Oviedo, allá por 1989, decidió que el país donde le gustaría vivir y echar raíces era España. Por entonces aún le quedaba fútbol en sus botas y los últimos dólares los ganó en América del Sur. Primero en Quito, la capital de Ecuador, volvió a Uruguay, su país, pasó por el Universitario de Lima en Perú y el Tachira en Venezuela antes de recalar en el 2000 en Mallorca. Aquí se le acabó el fútbol y empezó a darse cuenta que el vivir no es fácil en esta tierra mal llamada de promisión. El inmenso amor que siente por su esposa, Patricia Verdera, sus hijos Micaela y Lucas, ya nacidos en Palma, y el apoyo de su cuñado Eduardo Verger, de Alcudia, le ayudan a pasar el difícil momento.

«Mientras no me homologuen el título de entrenador, que ya lo he solicitado, y pueda dedicarme al fútbol, que es lo mío, no me queda más remedio que trabajar en lo que me salga. Llevo casi siete años en Palma y he hecho muchas cosas para sacar la familia adelante, he trabajado esporádicamente de albañil y de chófer, pero ahora mismo estoy sin trabajo», explica Vargas.

Ernesto Vargas Rodríguez vive de alquiler en un «cul de sac» de la barriada de Es Vivero. Hacemos una fotografía en dicha calle. Está serio, expectante. Me lo ha confesado su mujer. «Ernesto es tan sencillo, que ni siquiera dice a los más allegados que guarda un pasado de figura del fútbol», dice Patricia. «Yo le empujo para que saque un poco de pecho, pero no me hace caso», añade.

En efecto: Ernesto Vargas guarda un pasado glorioso como futbolista, profesión que ejercería profesionalmente por espacio de quince años. Su palmarés quita el hipo: cincuenta y cinco veces internacional charrúa y campeón del Mundialito 1981 que reunió en Montevideo a las selecciones que habían sido campeonas del mundo; dos veces campeón de América y dos veces campeón Intercontinental. Pocos futbolistas en el mundo entero pueden esgrimir tales honores. Desde luego, ninguno con su modestia.

«Mi mayor satisfacción es haber jugado en los dos grandes de mi país, Peñarol y Nacional, y haber sido campeón Intercontinental con ambos. Eso, la verdad, sólo Luis Cubilla, que jugó en el Barcelona, puede decirlo. En el primer título Intercontinental, en Tokyo, ganamos al Aston Villa por 2-0, con goles de Jair Gonçalves y Walkir Silva. Esta vez no marcó Fernando Morena, del que me enorgullezo haber tenido de compañero en las filas aurinegras. Ha sido el mejor ariete uruguayo de todos los tiempos, a mi modesto criterio», afirma el uruguayo.

Ernesto Vargas empezó en la cantera de Peñarol y en 1979 pasó al primer equipo, al que pertenecería hasta 1986. En este tiempo contribuyó a que el popular equipo conocido como los «maynas» ganara en 1982 la Copa de América y la Copa Intercontinental. Con este once: Gustavo Fernández; Walter Olivera, Nelson Gutiérrez, Víctor Hugo Diogo, Miguel Bossio; Juan Vicente Morales, Mario Saralegui, Jair Gonçalves; Ernesto Vargas, Fernando Morena y Venancio Ramos. En 1987 Vargas pasó al gran rival, el Nacional, lo que constituyó un pequeño cataclismo en Montevideo.

«En el Nacional volví a experimentar grandes alegrías futbolísticas, algo que ya había vivido en Peñarol. Eso es: campeón de América y campeón Intercontinental. Todo ello en 1988, un año extraordinario para mí porque a la vuelta de la final de Tokio surgió mi fichaje por el Oviedo», reconoce Ernesto Vargas.

El 26 de octubre de 1988 llegó el segundo título Intercontinental para nuestro personaje. Este día en Tokio el Nacional de Montevideo se impuso al PSV Eindhoven por lanzamientos desde el punto de penalti, tras haber terminado 2-2 el tiempo reglamentado y la consiguiente prórroga. Los equipos presentaron las siguientes alineaciones:

NACIONAL: Jorge Seré; Tony Gómez, Hugo de León, Daniel Revelez, José L. Pintos; Santiago Ostolaza, Yubert Lemos, Jorge Cardaccio; Ernesto Vargas, Juan C. Lima y William Castro.

PSV EINDHOVEN: Kelev; Gerets, Koot, Koeman, Heyntze; Lerby, Van Haerle, Van den Burg; Romario, Kieft y Elleman.

Real Oviedo
La temporada 1988-89 ya estaba avanzada cuando llegó Ernesto Vargas al fútbol español, fichado por el Real Oviedo, que estaba en Primera División. «En Oviedo comencé a querer a este país, hasta el punto de que ya prácticamente me consideraba español de adopción. Mi debut con el equipo ovetense en la Primera División lo tengo muy fresco en la memoria: fue el 29 de enero de 1989 en el campo de la Real Sociedad, un campo que ya no existe, Atocha. Empatamos a cero. Uno de los goles mas bonitos de mi carrera se lo marqué en el Carlos Tartiere al Atlético de Madrid, una tarde que ganamos 5-2», recuerda el uruguayo.

Pronto hará siete años que Ernesto Vargas Rodríguez, nacido en Montevideo el 1 de mayo de 1961, eligió esta tierra para vivir. Está al tanto de lo que ocurre en el RCD Mallorca y le gustaría que algún club isleño le ofreciera un puesto de trabajo. Sabe trabajar con niños, y de hecho antes de venir a Palma dirigía la Escuela de Fundamentos Técnicos del Nacional, aunque lo que más le gusta es entrenar y verter todo su inmenso caudal de conocimientos futbolísticos. Pocos, como él, pueden presumir de un historial tan largo y pródigo en éxitos. «Le agradezco que se haya acordado de mí. No es fácil defender la familia propia sin un trabajo adecuado. Espero que esto me ayude...», finaliza Vargas.

Confiemos que sí. Ernesto Vargas, que es la sencillez personificada, merece mejor suerte que la encontrada desde que puso el pie en esta falsa tierra de promisón que es Mallorca.