TW
0

Fernando Fernández
Tras sus 193 centímetros y una enorme sonrisa se esconde uno de los mayores talentos que ha dado el baloncesto femenino cubano. Lisdeivi Victores Pompa (La Habana, 1974), «Lis» para sus compañeras, ha hecho realidad uno de sus grandes sueños gracias al Olis Sóller. Quería jugar en España y la entidad de la Vall, tras un intermibable papeleo, ha logrado atar a una pívot determinante. La última pieza que precisaba Jorge Méndez para encarar la fase de ascenso con plenas garantías de éxito. «Es una jugadora enorme, le sobra calidad. Además, ha encajado dentro del buen ambiente del grupo, una de las claves de los buenos resultados», explicaba el técnico del Joventut Mariana, uno de los artífices de la incorporación de la doble olímpica (Atlanta'96 y Sydney'2000), triple mundialista (Australia'94, Alemania'98 y China'2002), doble campeona panamericana (Winippeg'99 y Santo Domingo'2003) y triple ganadora de la liga brasileña, además de MVP en las filas del Unimed Ourinhos.

«Lis» se inició en el deporte de la canasta a los nueve años. También practicaba gimnasia, pero su entrenador le dijo que era demasiado alta y se orientó por el deporte que es su vida. Ahora, después de una odisea hasta regularizar su situación en Brasil (aunque sigue teniendo nacionalidad cubana, algo que le supone muchas trabas), le llega la oportunidad de jugar en España, donde tiene buenas amigas como Gertrudis Gómez (Extrugasa) y ha congeniado enseguida con las que deben ser sus compañeras hacia el ascenso a Liga Femenina. «Quiero hacerlo bien y aprovechar la oportunidad que me ofrecen. Desde que llegué, ví que este equipo es para ascender. Llevo sólo dos días y el ambiente es fantástico», explica la jugadora, que llegó a la Isla el martes y tiene claro cuál es el secreto para afrontar una fase de ascenso con cuatro partidos a vida o muerte. «Hay que llegar bien físicamente, pero creo que es una cuestión mental. Debemos ser fuertes de cabeza, estar concentradas. En Europa, el baloncesto no es tan rápido y se piensa más. Hemos de hacerlo mejor que el resto», añade Victores, quien ya sabe que el Cadí La Seu es el rival «más peligroso».

Corría el año 2004 y Lisdeivi llegaba a Brasil para disputar el Mundial de clubes, acabando segunda con el Habana, el pilar del equipo nacional cubano. Cansada de la dinámica en la que había entrado su país y de las pocas salidas que hallaba deportiva y económicamente, se armó de coraje para, antes de que la expedición embarcara hacia La Habana, iniciar una aventura con final feliz. «Decidí quedarme allí y no me arrepiento. La pena es que no me dejan regresar a Cuba, dicen que porque me marché de una delegación oficial. Dentro de dos años espero volver. Quiero hacerlo para ver a mi familia, es lo que más añoro, pero no para vivir», comentaba la laureada baloncestista, a la que le gusta hablar de todo «menos de política», y de paso, de Fidel Castro. «Soy deportista», dice la que durante 14 años fue internacional cubana y primera fémina que tomó ese camino, como hizo el del ex del Inca, Lázaro Borrell.