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La selección le debe una a los aficionados mallorquines. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Àngel María Villar, debería tomar nota de lo ocurrido anoche en Son Moix y tener muy en cuenta el comportamiento de la grada a la hora de tomar decisiones en el futuro. Sobre todo, porque la afición balear desacreditó a los que la catalogan como «fría y aburrida» con una actitud ejemplar que le puso a la altura de las grandes hinchadas del país.

Ni el horario, ni la televisión, ni el espectacular diluvio que colapsó durante horas las principales arterias de Ciutat impidieron que el ONO Estadi presentara un aspecto impecable y que se quedara a muy pocos centímetros del lleno en una noche horrible para disfrutar de un espectáculo al aire libre.

Palma no había presenciado nunca desde tan cerca un partido oficial del combinado y respondió sin complejos a la llamada de auxilio de la roja. Las nubes habían iniciado su particular batalla contra el partido en torno a las cinco de la tarde y no concedieron una sola tregua hasta bien entrada la segunda mitad. En ese tiempo, llegaron a caer entre treinta y cuarenta litros por metro cuadrado y por momentos, llegó a plantearse incluso la posibilidad de que el partido tuviera aplazarse.