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Mónica Collado|VALENCIA
Una gestión profesionalizada, un equipo de navegación a tiempo completo, un presupuesto considerable y una solidez deportiva, han permitido a España pasar del sueño que supuso su primera participación en la Copa del América a entrar en la historia con la clasificación deDesafío Españopara las semifinales de la Copa Louis Vuitton.

A falta de una jornada y pese a perder ante eBMW-Oracle, el equipo español consiguió por primera vez en su historia en esta competición, meterse en esta ronda, gracias al triunfo deEmirates Team New Zealand frente aVictory sueco, que estaba al acecho de la plaza de los españoles.

En su cuarta presencia en la competición de vela más antigua del mundo, el proyecto español ha conseguido poner de acuerdo a todos porque lo consideran un proyecto fiable y consistente, que ha cumplido su reto de estar en las semifinales de la Copa Louis Vuitton junto a Emirates, BMW-Oracle y Luna Rossa.

La presencia de España en la edición de San Diego en 1992 fue una sorpresa para muchos en un país en el que era desconocida la existencia de esta competición, en la que la última tecnología se alía con el factor humano y en la que se mueven inversiones millonarias y asoma el miedo al espionaje industrial.

Pese a la tradición velera del país, ser desafiante en la Copa del América era un sueño que pronto chocó con una realidad inevitable: se necesitaban casi tres mil millones de las antiguas pesetas para hacer realidad el sindicato.

España entraba en la elite tecnológica y se igualaba a las potencias de este deporte aunque no fue un camino fácil pues a las dificultades económicas, se unió la mala imagen del proyecto después de que la quilla se desprendiera del barco a los quince días de ser botado, así como las peleas por hacerse con el mando.

Bajo la bandera del Monte Real de Yates de Bayona, el 'España 92 Quinto Centenario', con Pedro Campos como patrón, saltó al campo de regatas de las aguas de San Diego y finalizó en una meritoria, y sorprendente para un novato, quinta plaza.

El gusanillo de la competición propició la presencia española en San Diego en 1995. Había dos proyectos enfrentados, el avalado por el Real Club Náutico de Valencia y el del Monte Real de Yates de Bayona, condenados a entenderse porque la falta de patrocinadores hacía inviable a ambos.