Sergio Ballesteros, en primer plano; tras él, Guillermo Pereyra. Foto: MONSERRAT

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El Mallorca empezará lucir esta tarde la toga que vestirá de aquí a final de temporada. El equipo de Manzano, que la semana pasada despertó bruscamente de su sueño europeo, llega al antepenúltimo capítulo del campeonato sin una consigna clara en la pizarra y sus músculos totalmente relajados. Con la UEFA a varios a kilómetros y la amenaza del descenso anulada hace ya mucho tiempo, la escuadra balear se tomará lo que resta de torneo como un reto personal, como una ocasión perfecta para abrillantar sus números más recientes. Aun así, que nadie espere una bajada de tensión porque en las funciones finales no faltará de nada. Ni presión, ni angustia, ni el efecto taquicárdico de estas fechas. Para empezar a abrochar el calendario, los rojillos visitan un enclave en llamas en el que las alarmas llevan todo el año encendidas y a un Athletic cuyo margen de maniobra se ha reducido a cenizas. Los leones, que ya han calificado el choque como impresicindible para la supervivencia, anuncian guerra y eso, en La Catedra, puede acarrear unas consecuencias imprevisibles (San Mamés, PPV, 17.00 horas).

Desde la óptica bermellona será un partido más. Más allá del orgullo de superar otras marcas de referencia o de los incentivos propios de este tramo de la competición, los baleares no tienen que preocuparse de nada. Han alcanzado la cima de la Liga con relativa comodidad y durante varias semanas se han permitido el lujo de ilusionarse con una meta que apenas recordaban. Su última oportunidad para renovar el pasaporte europeo se esfumó en el escenario de su rehabilitación (acumulaba siete victorias consecutivas en el ONO Estadi) y aunque el resto de resultados estuvieron de su lado, la cercanía del final le ha restado fuerzas a su escalada y le ha perpertuado en la zona templada de la clasificación, apartado de todo conflicto y viviendo una situación privilegiada, sobre todo teniendo en cuenta lo que había padecido ultimamente. En cualquier caso, la semana no ha sido tan tranquila como se esperaba, aunque habrá servido al grupo para preparar la aventura más peligrosa de este epílogo liguero.

El conjunto balear está obligado a intervenir en un espectáculo único que centrará las miradas del resto de la Liga porque se antoja fundamental para resolver el atasco que colapsa ahora mismo los suburbios de la tabla. San Mamés se llenará hasta los topes para empujar a los suyos a una victoria crucial y los isleños contarán desde la distancia con el respaldo de clubes como Levante, Real Sociedad o incluso Betis, que aspiran a recuperar oxígeno a costa del hundimiento histórico conjunto vizcaíno. La afición rojiblanca, que destaca como ninguna a la hora de apoyar a sus jugadores, le brindará una última oportunidad al equipo de Mané y blindará por todos los medios el estadio con el deseo de que no vuele un solo punto.