05/06/07 0:00
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F.Fernández
El historial de Jorge Lorenzo está plagado de victorias, «poles», récords, celebraciones singulares y anécdotas que le convierten en uno de los pilotos de referencia del Mundial de motociclismo y en uno de los que más juego dará en su paso a MotoGP. Pero también ha tenido que besar el asfalto en más de una ocasión, acabando en algunas oportunidades ese viaje en el quirófano. Sus fracturas de clavícula no se pueden contar con los dedos de una mano, todo ello sin contar la larga serie de golpes y rasguños que requirieron de chapa y pintura (la fisura de Le Mans con la que ganó hace dos semanas tras volar por los aires) para solventarse. Pero era el precio de la ambición que destilaba un joven piloto que con quince años ya se peleaba con los mejores del planeta y se había granjeado el respeto de la parrilla con un pilotaje valiente, el mismo que le llevó a pilotar la recordada Derbi número 48 en la temporada 2002 para entrar en los anales.

Esa singular manera de afrontar las carreras, buscando remontar de manera espectacular desde la parte de atrás, hizo que muchos pilotos le tiladaran de peligroso. Pero era su manera de actuar, su sed de triunfos la que le llevaba a arriesgar al máximo, a ser el último en frenar. Esa canalizada agresividad le llevó a deleitarnos con un carrerón que le permitió ganar en Río su primer Gran Premio (2003). Hasta entonces, los problemas mecánicos y las caídas habían marcado buena parte de su corta trayectoria en 125, pero el destino quiso que también en Jacarepaguá, un año después, sufriera otro accidente que le llevara otra vez al quirófano. Eso sí, dos semanas después regresaba en Sachsenring (Alemania) para ser sexto.

Ese espíritu guerrero, ese instinto de superación iba más allá de las carreras y alcanzaba su cénit en un 2005 en el que la polémica arrancaba con Héctor Barberá como compañero de box. Con él, especialmente con Dani Pedrosa, Dovizioso y alguno que otro más, Jorge ha protagonizado «piques» interesantes. Pero el Gran Premi de Catalunya de 2005, destinado a ser un pulso entre Lorenzo y Pedrosa, se quedó a medias. Tras unos entrenamientos excepcionales y un mal arranque, remontó hasta que en la undécima vuelta, De Angelis se salió de su trayectoria y al volver al interior de la curva Repsol, frenó y el 48 no pudo evitar el contacto y una caída que se saldó con doble fractura de clavícula. «¿Podré ir a Assen?», dijo nada más recuperarse de la anestesia. Llegó y fue tercero, para los que tuvieran dudas. Hasta el final, todo fue bien, con roces en carrera y cruces puntuales de declaraciones, pero en unos entrenamientos privados en Cheste, otra vez su clavícula sufría un duro golpe.