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Tolo Jaume
Jordi Calafat despertó ayer con unas sensaciones muy difíciles de explicar y con el cansancio acumulado de una noche de celebración en Valencia. El mallorquín tocó el cielo con el oro conquistado en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 y ayer terminó de asimilar la conquista de la Copa del América. Tras cuatro años de trabajo enrolado en las filas del Alinghi, Calafat ha marcado otro hito en la vela balear y se dispone a seguir ampliando su palmarés. Ahora descansará unos días, pero seguro que su nombre será uno de los más cotizados en el mercado que se va a abrir en breve cuando los sindicatos empiecen a preparar los desafíos de la próxima Copa del América.

«Después de unos Juegos Olímpicos es lo más importante que se puede conseguir, aunque sin duda se trata de una competición muy diferente en la que trabajas dentro de un equipo de más de cien personas», asegura el regatista mallorquín, que regresará a la isla a finales del presente mes de julio para participar en la Copa del Rey en la tripulación del Zurich.

Calafat estaba exultante. Han sido cuatro años de trabajo sin apenas tiempo para descansar y con muy poco margen para el error. Han sido casi doce horas de trabajo diarias, pero han tenido su fruto y Calafat, que formó parte del equipo suplente, no duda en señalar que repetiría experiencia tras haber vivido un bautismo soñado en la competición deportiva más antigua del planeta.