TW
0

Efe|MUNICH
En su primer partido de pretemporada, el día en que Frank Rijkaard disponía por fin de sus cuatro delanteros estrella, Ronaldinho, Eto'o, Henry y Messi, el pequeño delantero argentino emergió entre sus tres compañeros para anotar el gol de la victoria frente al Bayern de Munich.

En el Allianz Arena, uno de los estadios más modernos de Europa, y cuando el partido ya languidecía, condenado a un empate sin goles, Messi rescató un balón en el vértice derecho del área del Bayern y conectó una volea impecable. El balón golpeó en el poste derecho de Rensing, sustituto de Kahn, y se coló en la meta alemana. Un gran tanto que certificó el valor de un jugador como Messi, capaz de cambiar el signo de un partido por sí solo.

Por lo demás, el Barcelona sólo ofreció una declaración de intenciones. Hasta la irrupción de Messi, un fogonazo que iluminó un partido plano, el equipo de Rijkaard se había quedado a medias. Trenzó el juego sin demasiados problemas, pero no finalizó las jugadas. Ni Henry ni Eto'o supieron resolver. Del Bayern no hubo noticias hasta el ecuador de la primera parte. Despertó con un inocente disparo de Altintop desde media distancia, y estuvo a punto de adelantarse en un remate de Luca Toni, el ariete gigante del equipo bávaro. El italiano, libre de marca, llegó forzado al balón servido por Scholl y lo envió fuera.

Fiel a su estilo, el Barcelona siguió tocando. Buscando un resquicio entre la defensa del Bayern, siempre sólida.