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Se acerca la hora de la verdad. La última versión del Mallorca se ha acomodado ya tras la línea de salida y espera impaciente la visita del Levante (Domingo 26, ONO Estadi, 19:00 horas) para destapar el campeonato y plasmar sobre el césped todo lo experimentado a lo largo del estío. A simple vista, el conjunto de Gregorio Manzano presenta un estado de salud excelente y tras varios veranos de incertidumbre, se adentra en el nuevo ejercicio con la ambición renovada y su autoestima por las nubes.

La formación rojilla ha recuperado las buenas sensaciones y en apenas un mes y medio ha disipado las dudas que envolvían al proyecto. Y lo ha hecho en el campo, a base de juego y resultados. El equipo, apoyado en la columna vertebral que hace tan sólo unos meses selló la permanencia a lo grande, puso los contadores a cero a mediados del mes pasado y desde entonces ha ido evolucionando a un ritmo lento, pero también constante. El técnico ha reforzado los cimientos del grupo y los ha forrado con una serie de futbolistas que, además de apuntalar las plantas menos sólidas del edificio, han elevado el número de quilates del vestuario. Así, Manzano gestiona a día de hoy un bloque homogéneo que cuenta al menos con un relevo de garantía por posición. Todo un lujo de difícil acceso del que se beneficiará a medida que se le vayan retirando hojas al calendario y aparezcan lesiones, sanciones y otros imprevistos.

A la espera de que el Levante emita el primer diagnóstico oficial sobre su situación, la calma se ha instalado en el entorno y la euforia sigue aparcada en la caseta. Decía Ballesteros la semana pasada que las pretemporadas no resultan del todo fiables y que no hay que dejarse llevar por los números y ése es hasta el momento el mensaje que predomina entre la plantilla. Aunque las cosas han rodado mucho mejor de lo esperado en todo este tiempo, jugadores y cuerpo técnico son conscientes de que lo verdaderamente importante es lo que ocurra a partir del fin semana que viene en el estadio de Son Moix.