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Oscar González |OVIEDO
El subcampeonato mundial logrado por la selección española sub'17 actualiza el debate sobre el pobre papel histórico del conjunto nacional absoluto, asido a un único título europeo conquistado hace 43 años e incapaz de canalizar los éxitos de sus categorías inferiores.

No hay un equipo en Europa que reúna tantos trofeos de futbolistas en formación en los últimos cuatro lustros. Desde 1986, España ha ganado dieciocho títulos: seis Europeos sub'16, uno sub'17, uno sub'18, seis sub'19 y dos sub'21, 1 Campeonato del Mundo sub'20 y una medalla de plata olímpica de categoría sub'23, al que acudió con un equipo sub'21.

Todo ese caudal, las enormes expectativas que despertaron al menos tres generaciones de jugadores se diluyeron en una dinámica perdedora, sometidas al «maleficio de los cuartos de final», cuando no antes, en los torneos importantes.

La paradoja se ha justificado, a menudo, por el excesivo protagonismo que se otorga a los jugadores extranjeros en los clubes, que relegan a los jóvenes al banquillo o a papeles secundarios.

Sin embargo, la selección española que el sábado sólo pudo empatar a un gol contra Islandia, y a última hora, estaba mayoritariamente compuesta por aquellos que, en los últimos años, dominaron el fútbol juvenil en el continente. Ocho de los catorce jugadores que utilizó Luis Aragonés en Reikiavik llegaron a la selección absoluta avalados por una trayectoria juvenil repleta de éxitos.

Iker Casilllas, Carlos Marchena y Xavi Hernández fueron campeones del mundo sub'20 en 1999, David Albelda conquistó la medalla de plata de los Juegos de Sydney 2000 y Andrés Iniesta, David Silva, Fernando Torres y Sergio Ramos fueron campeones europeos sub'19.

En el banquillo, Miguel Angel Angulo y Joan Capdevila también lograron la medalla de plata en Sydney, y Cesc Fábregas, que no pudo jugar por sanción, fue subcampeón mundial sub'17, en un torneo en el que fue el máximo goleador y elegido el mejor jugador.

Todos llegaron a la selección absoluta, pero no han cambiado el curso de la historia.
El grupo de Aragonés es un equipo al que le cuesta conectar con una afición que se muestra suspicaz, tras acumular decepciones. Hasta el encuentro del sábado, la selección española había ganado todo lo que había jugado este año y, sin embargo, no despierta la más mínima euforia.

Frente a los valores que transmite la selección de baloncesto, con sus jugadores convertidos en los nuevos «héroes» de la afición, el fútbol, de momento, despierta más recelo que entusiasmo. Que los sub'17 se fijasen en el espíritu que mostró la selección de baloncesto, en la final del mundial que afrontaron sin Pau Gasol, como medio para sobreponerse a la ausencia de su estrella Bojan Krkic, da una idea de la situación.

Ahora, dos días después de empatar ante Islandia, gracias a un gol de Iniesta en el minuto 86, sólo una desgraciada tanda de penaltis ha impedido que los sub'17 sean campeones del mundo. Los David de Egea, Camacho, Fran Mérida, Bojan, Aquino... se consagran como otra gran cosecha, una promesa de gran reserva que los aficionados esperan que, con el paso del tiempo, no pierda sus cualidades. Ni se avinagre.